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ETERNA PANDEMIA

“Si es pasión que se les borre”, dice un refrán de gran sabiduría popular que aplica muy adecuadamente con el mensaje que ha enviado al mundo la Premio Nobel de Medicina (2008), la viróloga Françoise  Barré-Sinoussi (foto), quien ha declarado que “Este año no terminará la pandemia” de covid-19, quien además ha pedido acelerar los programas de vacunación a nivel mundial y vaticinó la llegada de otras pandemias.

“Este año (2021) no terminará, eso es seguro. Vamos a estar rodeados por este virus algunos años más, ciertamente”, afirmó.  Por eso, consideró que “hay que vacunar a la gente, eso se necesita. Si no alcanzamos un nivel de inmunidad colectiva entonces, por supuesto, emergerán mutaciones y variantes”, afirmó.

Desde su casa en los suburbios de París, vía Zoom, mientras estaba conectada en el Encuentro de Premios Nobel de Lindau, en su 70ª aniversario, realizado de manera virtual, comentó que esa es “la situación exacta con la variante Delta”.

Si no se controla habrá más mutaciones con el tiempo. “Es la razón por la que debemos acelerar la vacunación en todo el mundo, no solo en cada país o en los países ricos. Hay que ir rápido y debe llegar a todas las personas en todo el mundo”, agregó.

Si lo podemos controlar, podemos tener una vida normal, aunque circule el virus porque lo hará en un nivel extremadamente bajo. Y habrá que mantener medidas eficientes no medicamentosas como la distancia y los barbijos”, explicó, de acuerdo con publicaciones de El Tiempo y La Nación.

Françoise Barré-Sinoussi, quien ganó el Nobel junto con Luc Montagnier por descubrir el virus que da origen al Sida, señaló que desde que identificó al VIH el mundo no consideró la lección de que cualquier persona podría infectarse y por eso, después aparecieron el ébola, chikunguña y otras enfermedades que pudieron convertirse en pandemias.

“Covid-19 es una buena lección acerca de cómo debemos prepararnos en todos los niveles de la sociedad. Los científicos en definitiva fueron los que mejor respondieron. Los políticos fueron lentos”, afirmó.

“Todo fue un problema al principio. Además, muchos países decidieron no tener estrategia y tomaron la decisión de esperar y ver… que fue muy mala idea”, aseguró.

Al ser cuestionada sobre si algún día se sabrá el origen de covid-19, respondió:

“Estamos ahora en medio de una terrible epidemia, ¿es prioritario saber el origen? Lo que necesitamos es vacunar, desarrollar tratamientos. El virus ya está acá y hay que controlarlo”, aseveró.

Por otro lado, la viróloga celebró que la comunidad científica aprendió a reducir el tiempo de demora en los ensayos clínicos.

“Antes se demoraba hasta 7 años para tener datos de efectividad, y ahora lo redujimos a 18 y 11 meses e incluso 9 meses. Esos beneficios pueden ayudar a otros candidatos vacunables. Espero que la velocidad de la vacuna contra el covid-19 sea un estímulo para el esfuerzo contra otros patógenos”, consideró.

Sin embargo, advirtió que la desigualdad en el acceso a las vacunas es una preocupación porque el mecanismo COVAX no ha sido suficiente”.

Recordó que después del VIH, el mundo tuvo ébola, chikunguña y otras. Se sabe que cada tanto pasara el mundo por una emergencia así de severa. Los cambios en la sociedad, el hecho de que la gente viaja mucho, los cambios en el medio ambiente, el propio cambio climático y más, son las causas, afirmó.

Desde su punto de vista cualquier cosa favorece la aparición de pandemias, así que no fue una sorpresa, solo que el mundo no estaba preparado, “eso está claro”, dijo.

“Fuimos muchos científicos los que veníamos alertando desde hace muchos años. Desafortunadamente, el mundo no estaba preparado; el sistema de alertas fue demasiado lento; la vigilancia no fue suficientemente robusta. Llevó demasiado tiempo armar las estrategias no farmacéuticas de restricciones y cierres, usar barbijos, imponer distanciamiento y los programas de testeo y aislamiento”, consideró.

¿Cuándo y cómo terminará la pandemia de COVID-19?

Según los historiadores, las pandemias tienen dos tipos de final: el médico, que ocurre cuando las tasas de incidencia y muerte caen en picada, y el social, cuando disminuye la epidemia de miedo a la enfermedad.

“Cuando las personas preguntan: ‘¿Cuándo se acabará esto?’, preguntan sobre el final social”, dice Jeremy Greene, historiador de medicina en Johns Hopkins. 

En otras palabras, un final puede ocurrir no porque la enfermedad ha sido vencida sino porque las personas se cansan de estar en modo pánico y aprender a vivir con ella. Allan Brandt, historiador de Harvard, dijo que algo similar está ocurriendo con la COVID-19: “Como hemos visto en el debate sobre la apertura de la economía, muchas preguntas sobre lo que se llama el final están determinadas no por los datos médicos y de salud pública, sino por procesos sociopolíticos”.

Los finales “son muy, muy desordenados”, dice Dora Vargha, historiadora de la Universidad de Exeter. “Mirando hacia atrás, tenemos una narrativa débil. ¿Para quién termina la epidemia y quién lo puede decidir?”

Por ejemplo, entre las enfermedades que han llegado a un fin médico está la viruela. Pero es excepcional por varias razones: hay una vacuna efectiva, que protege de por vida; el virus, Variola major, no tiene huésped animal, por lo que eliminar la enfermedad en humanos significó la eliminación total; y sus síntomas son tan inusuales que la infección es obvia, permitiendo cuarentenas eficaces y rastreo de contactos.

Pero mientras todavía arrasaba, la viruela era horrible. Epidemia tras epidemia barrió el mundo, por al menos 3000 años. Las personas infectadas por el virus tenían fiebre, después una erupción que se convertía en manchas llenas de pus, que se incrustaban y se caían, dejando cicatrices. La enfermedad mató a tres de cada 10 víctimas, a menudo después de un inmenso sufrimiento.

En 1633, una epidemia entre los nativos americanos “irrumpió en todas las comunidades nativas en el noreste y, ciertamente, facilitó el asentamiento de los ingleses en Massachusetts”, dijo David S. Jones, historiador de Harvard. William Bradford, líder de la colonia Plymouth, escribió un relato sobre la enfermedad en nativos americanos, diciendo que las pústulas rotas pegaban la piel de un paciente a la estera en la que yacía, solo para ser arrancada. Bradford escribió: “Cuando los giran, todo un lado se desollará, por así decir, y quedarán ensangrentados, muy temibles para ser contemplados”.

La última persona en contraer la viruela de forma natural fue Ali Maow Maalin, un cocinero de hospital en Somalia, en 1997. Se recuperó, solo para morir de malaria en 2013

¿Cómo terminará la COVID-19?

Una posibilidad, coinciden historiadores, es que la pandemia del coronavirus pueda terminar socialmente antes de que termine médicamente. Las personas pueden cansarse tanto de las restricciones y declarar que la pandemia terminó, aunque el virus continúe ardiendo entre la población y no se haya encontrado una vacuna o tratamiento efectivo.

“Creo que existe este tipo de problema psicológico social de agotamiento y frustración”, dijo Naomi Rogers, historiadora de Yale. “Podemos estar en un momento en que la gente solo dice: ‘Suficiente. Merezco poder volver a mi vida normal’”.

Ya está sucediendo; en algunos estados, los gobernadores han levantado las restricciones, al permitir la reapertura de salones de belleza, salones de uñas y gimnasios, desafiando las advertencias de los funcionarios de salud pública de que tales pasos son prematuros. A medida que crece la catástrofe económica causada por los confinamientos, más y más personas pueden estar listas para decir “basta”.

Hay este tipo de conflicto ahora”, dijo Rogers. Los funcionarios de salud pública tienen un final médico a la vista, pero algunos miembros del público ven un final social.

“¿Quién puede reclamar el final?”, dijo Rogers. “Si te resistes a la noción de su final, ¿contra qué lo haces? ¿Qué alegas cuando dices ‘No, no está terminando’?”.

El desafío, es que no habrá una victoria repentina. Tratar de definir el final de la epidemia será un proceso largo y difícil.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1