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“El sueño del Mara’akame”, una lucha entre el ser y el deber ser

El sueño del Marakame

Ambientada en la comunidad La Cebolleta en Mezquitic, Jalisco, la película “El sueño del Mara’akame” retrata la historia de “Nieri”, un joven huichol que es presionado por su padre para seguir con la tradición familiar y convertirse en chamán, aunque su ilusión es ser parte de una banda de rock y ofrecer conciertos en la Ciudad de México.

Para construir esa historia el cineasta Federico Cecchetti escribió el guion de la mano del huichol Antonio Parra, quien lo acercó a la cultura y cosmogonía de los indígenas wixárikas (huicholes).

“A través de Antonio conocí su cultura, cómo viven, la concepción que tienen de sí mismos como guardianes de la tierra y las ceremonias que llevan a cabo para mantener el equilibrio en el cosmos”, refirió el realizador mexicano.

En entrevista con Notimex, el egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) compartió que fue durante su visita a esa comunidad cuando tuvo la oportunidad de ver cómo los huicholes realizan la ceremonia para atraer las lluvias, conocida como “La fiesta del peyote”.

“Me quedé fascinado con su cultura, su relación con los rituales, los sueños y el trabajo de los ‘mara’akames’ (chamanes). Por eso busqué un diálogo entre ellos y nosotros, quienes vivimos en la ciudad”.

Desde un inicio el objetivo de Cecchetti fue retratar su cultura y cómo defienden sus sitios sagrados pero no a través del documental, sino con una historia de ficción que incluyera aventuras y fuera entretenida para toda la familia.

Tras convivir con la comunidad el cineasta descubrió que en La Cebolleta había muchos jóvenes que tenían grupos musicales. “Me sorprendió su inquietud por la música y el talento que tienen, así se nos ocurrió la historia de esta película”.

Aunque la premisa es cómo un adolescente se revela un poco con su cultura, el filme recrea la atmósfera en la que crece su fe y las adversidades que enfrenta para descubrir su verdadero camino: ser un “mara’akame”.

La comunidad se suma al proyecto

De acuerdo con Cechetti, su intención desde el inicio fue hacer partícipe a la comunidad y generar empleos. De ahí que hubo quienes confeccionaron el vestuario y ayudaron en la producción y a buscar a más actores.

A cambio de filmar en su comunidad construyeron una casa donde el equipo pasaba la noche y ahora es una agencia municipal. “Era nuestro campamento y ahora les funciona a ellos, esa fue nuestra forma de crear lazos”.

Sobre la importancia de dar voz a las comunidades menos favorecidas, opinó que se debe tener cuidado con esa mentalidad paternalista que dice hay que dar dinero a las comunidades porque eso no acaba con sus problemas.

“Me parece que se podrían plantear proyectos, no solo de cine, sino otros donde se haga partícipe a las comunidades. Hay que dar voz a los indígenas pero tampoco hay que occidentalizar su discurso”, señaló.

Y aunque no es el enfoque de su película, el realizador pone en contexto la defensa que hacen del wirikuta, una lugar sagrado para los huicholes que está en peligro por la explotación minera.

“Para ellos no solo es un cerro y ya, para ellos es la representación del Universo y les preocupa. Decidimos también incluir este mensaje como una manera de hacer equipo, de ser comunidad”, refirió el también guionista.

Sus protagonistas

Con el objetivo de dar realismo a su ópera prima, Federico Cecchetti se dio a la tarea de buscar al protagonista de su película en las comunidades aledañas a la Sierra Madre Occidental. La sorpresa fue que lo encontró justo en la comunidad donde había comenzado a idear la película.

En La Cebolleta, comunidad integrada por unas 80 familias, el realizador conoció a Luciano Bautista, un joven que cantaba, tocaba la guitarra y quería participar en el filme.

“Lo que más recuerdo de la película es que me enojaba con el director de tanto que me hacía repetir la misma escena”, expresa con ingenuidad Luciano, quien a la vez reconoce sentirse muy satisfecho de haberla filmado.

Sobre su experiencia, el joven huichol compartió a Notimex que “al principio no sabía para qué o por qué lo hacía. Yo solo hice lo que me pidieron y fue una sorpresa verme en la pantalla”.

Aunque reconoce que le gustaría seguir haciendo películas, afirmó que desde siempre ha querido ser músico pero por ahora sigue trabajando en el campo como lo hacía desde antes de filmar la cinta.

Por su parte Antonio Parra -reservado y visiblemente temeroso- compartió que además de actuar en la cinta, tuvo la oportunidad de participar en la creación de la historia, contando al director qué es lo que hace un “mara’akame”.

En conferencia de prensa, detalló que para entender qué era lo que Cecchetti quería filmar hacía dibujos como si se tratara de cómics, y aunque ayudó a gestionar que se filmara alguna asamblea en la comunidad de San Andrés Cohamiata, San Luis Potosí, la autoridades no lo permitieron.

“Federico me insistía y me insistía pero no pudimos hacerlo porque no aceptaron”, reconoce Parra, quien se desempeña como sacerdote en su comunidad La Cebolleta.

Su estreno en salas

Tras recorrer varios festivales tanto nacionales como internacionales, “El sueño del Mara’akame” arrancará su exhibición este viernes en el circuito cultural de la Ciudad de México, Guadalajara, Querétaro y Tijuana.

Ganadora de dos Premios Ariel (Ópera Prima y Música Original), la cinta tuvo su estreno mundial en 2016 en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), donde obtuvo el máximo galardón a primer o segundo largometraje.

Como parte de su exhibición en el extranjero visitó París, Francia, donde los jóvenes expresaron empatía con la historia.

“En la charla que tuve con ellos me compartieron que el mensaje también los tocaba a ellos. Recuerdo de un joven me dijo: yo quiero ser músico pero mi papa quiere que sea abogado”, recordó el cineasta.

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