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Política y poder económico: Avances con retrocesos y retrocesos con avances

“… ¿pero es ésta la miserable alternativa que nos ofrecen?, ¿y si luego el despotismo suave fuese la antesala del feroz, su virtual caballo de Troya?” M. Bovero*

Lo peor que puede ocurrirle a la sociedad actual es encallar en el escenario de suma cero, donde los retrocesos sean tan significativos como los avances. En “La sociedad abierta y sus enemigos”, obra más conocida y reconocida de Karl Popper, el autor sostiene que “…cuando decimos que nuestra civilización occidental procede de los griegos, debemos comprender todo lo que esto significa. Significa que los griegos iniciaron para nosotros una formidable revolución que, al parecer, se halla todavía en sus comienzos: la transición de la sociedad cerrada a la abierta”.

Por esas mismas fechas, otra forma de pensar el mundo se expresaba así: “Parece que fue anoche cuando estábamos en plena celebración triunfal, bailando sobre el féretro del ‘imperio del mal’, proclamando el fin de la ideología, el fin de la historia, y la victoria definitiva de la democracia liberal. Pero aquí estamos, a la luz de una fría alborada, praguntándonos si la democracia liberal puede sobrevivir e ingresar al siglo XXI”. Lo anterior era señalado por Heidi y Alvin Toffler, pareja que puede considerarse tan colocadora de bombas en el mundo de las ideas, como uno de sus más destacados discípulos, Newton Gingrich, desvielado como político republicano tras forzar la máquina del desprestigio contra Clinton.

Ellos mismos establecen que “Así como los traficantes de coches envían carros usados al sur de la frontera para venderlos, las democracias liberales de Occidente están muy atareadas promoviendo la venta de sus sistemas políticos usados a los centroeuropeos, a los rusos y a quien quiera escucharlas. Pero como automóviles destartalados, nuestros sistemas políticos rechinan, traquetean y amenazan con atorarse”. ¿Por qué sus sistemas políticos rechinan y traquetean?

Una de las razones tiene que ver con el poder económico del que es rehén el poder político. En la democracia actual, el poder económico amenaza de manera preocupante con imponerse al poder político. Esto es, la democracia peligra con derivar en plutocracia. Por ello traquetea. Por ello, la democracia en estos momentos se encuentra ante uno de los mayores peligros, ante el peligro de la fusión de poder económico con el poder político. Ese fenómeno actual parece llevar a lo que podría ser denominada vía legal de un nuevo rostro del poder despótico.

Es sabido que la Asociación Nacional del Rifle (organismo que aglutina en la nación del norte a los usuarios y a los comerciantes de armas) en los Estados Unidos “goza de un amplio poder de cabildeo (lobbying) político, sólo equiparable al de las compañías tabacaleras”. Quizá las empresas tabacaleras ya no tengan el mismo poder que al finalizar el siglo XX, pero la industria armamentista, esa sí ha elevado su poder económico y su influencia política. Los fabricantes y traficantes de armas en buena medida se han convertido en los Estados Unidos en una especie de fiel de la balanza, que deja muy mal parado al dedazo que en México acaba de ser sepultado, para transformarse en tierra fértil para la autocracia electiva (Bovero dixit).

Por otra parte, los medios (que en Estados Unidos son más abiertos políticamente en lo que toca a sus definiciones partidistas) han enriquecido el caldo de la violencia. De ahí las propuestas que formulara Karl Popper en cuanto a las reglas para hacer televisión. (¿Quién es más culpable de la muerte de los jóvenes de Littleton?, ¿quién promueve la violencia desde la TV, los fabricantes y traficantes de armas o los innumerables francotiradores?, o de plano, ¿los muertos son culpables por ser tan descuidados y por haber estado en el lugar no indicado a la hora no indicada?). La TV ya es solamente una referencia y posee una presencia cercana a los medios impresos. Hoy, la polarización parece alimentada desde los algoritmos que cierran las puertas a un razonamiento más tolerante.

De lo anterior podemos hacer una breve digresión. La legislación que en materia electoral se ha desarrollado en México puede resultar ejemplar al menos por dos razones. Primero, por el criterio de mayor equidad que se maneja en materia de acceso a los medios de comunicación, aspecto en el que falta aún mucho por hacer. Segundo, porque como lo señalaba el Presidente Zedillo, por “razones de Estado” se ha preferido el financiamiento público a los partidos y no el financiamiento privado.

A estas fechas el concepto requiere ser revisado a partir de las experiencias de las últimas dos décadas. Dar preferencia al financiamiento privado llevaría a beneficiar la presencia del narco dinero al seno de los partidos políticos. Pero no solamente eso, sino que ocurriría lo que en los Estados Unidos; las grandes potencias económicas se comprarían privilegios en la clase política o mejor, se podrían convertir en ese poder político.

En Estados Unidos la NRA constituye el “obstáculo más fuerte” a una legislación que frene la proliferación de armas en esa nación. Simple y sencillamente porque la destartalada democracia norteamericana es rehén de intereses privados, del poder económico.

Es obvio pues, que los problemas de la nación, de cualquier nación, deben ser analizados desde una perspectiva política, no solamente desde una perspectiva económica que puede traducirse en imposición de las élites económico-financieras. No deben ser analizados, los problemas del país y de ningún otro, desde una perspectiva partidista, pues eso llevaría a expresiones de autoritarismo y la sociedad vería crecer sus principales problemas.

Las soluciones a los problemas sociales no están en las siglas, y menos cuando estas pretenden haber renunciado a sus ideologías, que no son sino sus propuestas más filosóficas, más universales de sociedad. El féretro en el que supuestamente se habían enterrado las ideologías, por lo mismo, ahora descubrimos que estaba vacío (¿o el muerto era otro?).

Las siglas obligadamente deben retomar su esencia original, su razón de ser, que era la de evolucionar a la categoría de partidos. Pero no para entrar de nuevo a batallas campales que iniciando en el análisis riguroso, caen en el simplismo más ruidoso.

La unidad fundamental no excluye la presencia de diferencias. De hecho, las diferencias son el motor de los procesos de cambio. Por ello debemos ser respetuosos de estas. Todas las expresiones sociales y políticas, todos los sectores sociales son necesarios en la construcción de una sociedad abierta, de una sociedad democrática.

Conviene por ello, cerrar con una cita a Castoriadis, quien establece que “podemos entonces definir a la política como una actividad explícita y lúcida que atañe a la instauración de las instituciones que se desean, y a la democracia como al régimen de auto-institución explícito y lúcido, –tanto como sea posible–, de las instituciones sociales que dependen de una actividad colectiva explícita”. Cuando hablamos de instaurar instituciones, debemos comprender que las actuales no han funcionado, no han dado los resultados que lleven a esa sociedad de extremos menos alejados, ni en lo social, ni en lo económico, ni en lo cultural.

Abordar los problemas desde una perspectiva política no es nada fácil. Es más fácil recurrir a la condena y la descalificación. A Santiago Genovés le llevó toda la vida estudiar el fenómeno de la violencia, y la verdad es que logró avanzar más en el planteamiento de interrogantes que en el terreno de las repuestas.

Queda claro que, sea como sea, los problemas sociales deben abordarse y resolverse con ánimo incluyente, con voluntad política para sumar esfuerzos. Las siglas solamente son (o deben serlo) la vía para generar propuestas de solución a los problemas sociales. Las siglas no deben concebirse como pandillas para acceder al poder en el ánimo de los autócratas. Eso no es la democracia liberal.

Liberalismo es unidad fundamental y esta no solamente es posible, sino necesaria. Para ello se requiere madurar políticamente. Para ello se debe abandonar el delirio revanchista y sin duda, el criterio estúpido del todo-para-el-ganador. La sociedad, las personas, en todo momento deben estar por encima de los partidos. Las siglas, de ninguna manera debieran estar por encima de otro después de las elecciones. Quien gana una elección debe ir adelante de las soluciones: soluciones. Nada más.

* Me parece que la lectura de “Los desafíos actuales de la democracia” (Michelangelo Bovero), es fundamental para entender los alcances y peligros que subyacen en el fenómeno de concentración de poderes políticos y económicos (https://portalanterior.ine.mx/documentos/DECEYEC/Los_desafios_actuales.htm).

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