Como suele suceder con el paso inexorable del tiempo, de manera casi imperceptible, los XXXII Juegos Olímpicos de la era moderna, han cruzado ya la mitad de sus días este fin de semana, de cambio de mes y de final del periodo vacacional de tribunales y otras instituciones públicas que, muchas de las cuales, no volverán a las oficinas ante la nueva ola de la Covid-19.
Después de las convulsiones mediáticas por el retiro —parcial y temporal— de la competencia por parte de Simone Biles a nivel global y por el affaire de los uniformes de algunas integrantes del equipo de softbol a nivel nacional, al menos en mi experiencia, el buffet de fin de semana fue de platillos ligeros, quizás preparándome para los platillos fuertes de los cuartos tiempos, previos a los postres…
Debo confesar que dos “platillos” me dejaron triste: la eliminación de Alejandra Valencia en tiro con arco, porque todo parecía indicar que podría obtener una medalla, pero no fue así, a pesar de tirar un 10 en el desempate. Todo, por un asunto de espacio: ¡unos milímetros! El otro “platillo” que me produjo un estado de tristeza —diferente ciertamente al antes mencionado— fue la derrota de Novak Djokovic contra Alexander Sverev en las semifinales del tenis varonil. Tenía esperanzas de ser testigo de su obtención no solo de la medalla de oro, sino también del Golden slam. A este respecto, debo decir que, al ver sus reacciones —romper una raqueta, arrojar otra a las tribunas y negarse a jugar la final de dobles mixtos, mi tristeza se desvaneció y se transformó en una especie de convicción de que, a final de cuentas, había sido bueno que perdiera ante Sverev y algo de asombro al ver emerger, de nuevo, el lado oscuro de este tenista de excelencia…
De “platillos concretos” no encuentro esta vez mucho que decir. Esta vez, mis palabras tienen un carácter general…
Interesantes los días centrales de los Juegos: la natación y el atletismo —probablemente, las dos disciplina clave de los juegos olímpicos de la era moderna— conviven apenas unos días: la natación tocando a su fin [dejando constancia del avance significativo del equipo femenino de Australia y de una hegemonía de los Estados Unidos en la rama varonil] y el atletismo dando sus primeras medallas y comenzando a mostrar que el black power sigue siendo hegemónico en esta rama del deporte olímpico…
Un elemento novedoso que llamó mi atención, es el de la multiplicación de competencias mixtas, es decir, en las que participan varones y mujeres. Es verdad que, en el tenis, es una práctica bastante longeva, pero esta vez, se dan competencias mixtas en natación, en triatlón, en atletismo, en tiro con arco y, probablemente en otras más. Es interesante porque el formato no pone a competir directamente a las mujeres contra los varones, sino a conformar equipos mixtos que enfrenten a otros equipos mixtos. Particularmente interesante, me parecieron las competencias mixtas de natación porque en ellas cada país elige dos varones y dos mujeres para conformar su equipo y genera su estrategia para su distribución…
Me llamó la atención también la participan de Laurel Hubbard una atleta transgénero en levantamiento de pesas representante de Nueva Zelanda y, previamente, de Rebecca Quinn, mediocampista del equipo canadiense de futbol femenil. A este respecto, mi reacción primera fue de objeción, no a la inclusión —ya que la exclusión tendría carácter discriminatorio—, sino a la inequidad que pudiera derivar del origen biológico varonil de la participante. Sin embargo, investigando un poco, me enteré —más vale tarde que nunca— que el Comité Olímpico Internacional permite la participación de deportistas trasngénero —desde 2004 siempre y cuando muestren niveles de testosterona bajos en los 12 meses previos y si pasaron al menos cuatro años desde su transición.
Un detalle curioso —que muestra el espíritu olímpico de solidaridad por encima del de competencia que suele predominar— fue la decisión que tomaron Gianmarco Tamberi (Italia) y Mutaz Essa Barshim (Qatar), quienes, estando empatados con una marca de 2.37m en salto de altura y habiendo fracasado al intentar saltar 2.39m, ante la pregunta del juez ¿quieren desempatar o compartir medalla de oro? respondieron que compartirían la medalla de oro…
En este orden de temas generales, un último comentario: me queda la impresión que se ha ampliado la repartición de medallas entre los países participantes; que las hegemonías casi totales van a la baja en un buen número de disciplinas, si bien, la desigualdad sigue siendo muy grande, como lo sigue siendo en otros ámbitos mucho más importantes que el deporte olímpico.
Para concluir, unas palabras sobre la participación de la delegación mexicana…
En gimnasia artística femenil, de nuevo un cuarto lugar, una casi-medalla con Alexa Moreno [14.716] en salto de caballo. Apenas 17 milésimas de punto de Yeo Seojeong [14.733], de Corea, quien obtuvo la medalla de bronce.
¿La sorpresa? relativa, pero sorpresa al fin, la medalla de bronce obtenida por Aremi Fuentes en levantamiento de pesas en la categoría de 76kg…
Faltan dos medallas para alcanzar las cinco obtenidas en Río 2016 y pronosticadas por el presidente del Comité Olímpico Mexicano, siete para alcanzar el número pronosticado por Ana Gabriela Guevara. No se puede olvidar, sin embargo, que en la olimpiada previa se obtuvieron tres medallas de plata y dos de bronce.
El Tri Olímpico y Rommel Pacheco parece que harán posible que se alcancen las cinco medallas en Tokio 2020 y quizás, incluso que tengan un mejor color y sabor, porque no olvidemos que se trata de un buffet deportivo…