mañanera claudia sheinbaum

Vocación política y el “estiércol del diablo”

“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” Mateo 7:6

El Papa Francisco, una y otra vez ha compartido su visión del mundo. Sus palabras pueden ser recibidas desde cualquier punto de vista religioso, pero también desde la laicidad. Ese es el caso de su idea de la política y de su relación con el dinero.

Una de las dimensiones donde no ha evadido expresar sus puntos de vista es el tema político. Habla de política y la ha definido en cuanto el deber ser y no ha dejado de hablar del apocalíptico jinete de la corrupción. Ha expresado palabras con el poder de sacudir al mundo, subvertirlo. Se trata de armar lío, como él mismo ha dicho, o sea, salir a la calle, defender sus ideas y conducirse sin hacer del dinero, un dios, poniendo en el centro de la existencia la vida del ser humano.

Hay partes del mensaje del Papa Francisco que se presentan amorosas, bañadas con ese vino nuevo al que él mismo alude. No obstante, el Vicario de Cristo recuerda en algunas de sus expresiones esa fuerza vital, renovadora, de Jesús, que podemos encontrar en los registros guardados por Mateo, y esas son palabras que el Santo Padre restalla contra el viento como un látigo.

Habla de los males que trae el dinero, de la injusticia, de una economía que ha dejado de ser economía al dejar en el abandono al mundo. Habla el Papa Francisco de la corrupción, de la falta de compromiso de gobernantes. Rescata la definición de la política y deja en claro lo que no es tal: la política es suprema manifestación de la caridad, dice recordando a Paulo VI.

Ha llamado a hacer política, pequeña política y gran política. Ha dicho que se puede ser santo en la dimensión de lo político. Deja en claro que hacer política puede ser un verdadero martirio.

Pero deja en claro que hacer política no necesariamente puede ser un martirio. Hay quienes actúan de manera perversa y corrupta en esa esfera. Hay quienes han hecho de la política porquería y hay quienes han convertido el dinero en “estiércol del diablo”, como el Papa recuerda la expresión de Basilio de Cesarea.

La política es suprema manifestación humana. Es suprema manifestación de la caridad. Una caridad que no es camino para la compra de indulgencias. Ha dicho, al respecto, que “la caridad no es un simple asistencialismo, y menos aún, un asistencialismo para tranquilizar conciencias”. Hay quienes pretenden realizar un poco de caridad tirando unas cuantas monedas a los pobres, con lo que intentan tranquilizar sus conciencias.

En cuanto al poder económico enloquecidamente concentrado, legitimado por teorías económicas que realmente son teorías contables, dice el Papa: “¿Cuál es la solución que nos ofrece este mundo globalizado para la política? Simple: al centro, el dinero. No el hombre o la mujer: no. El dinero. El dios dinero. Y después todos al servicio del dios dinero. Por eso, lo que no le sirve al dios dinero se descarta”. La política al servicio del dinero. No es el caso en el que se adora al becerro de oro, es el caso de la adoración al oro del becerro.

Habrá que insistir en señalar que quienes aseguran fortunas accediendo al gobierno para atracarlo, para robar pues, lo que menos hacen, es política. Lo que hacen los depredadores que se enriquecen con el poder público y con lo que llaman indebidamente “política”, es corromper sus propias existencias y hacer daño a la sociedad entera.

Eso no lo entenderán, para nada, quienes llaman “política” a la corrupción, traición, simulación, hipocresía, o al enriquecimiento a costillas del pueblo, del gobierno. Hoy es el colmo, pues vemos como la paradoja de los gobernantes ricos, enriquecidos, contrastan sus fortunas con gobiernos en la bancarrota, arruinados.

Quienes hacen de la política un camino para enriquecer a sus familias, para amasar fortunas que no consumirán ni varias de sus generaciones, en realidad, moralmente no se distinguen nada de quienes toman un arma y se lanzan a traficar con drogas, no se diferencian de quienes toman por asalto bancos comprándolos o robándolos, da lo mismo. La diferencia, en todo caso, es de origen clasista y se relaciona con el valor para tomar un arma y salir a la calle para tomar por asalto al mundo (“El imaginario de la lucha contra la delincuencia se está convirtiendo en una nueva modalidad de la lucha de clases”: J.R. Cossío D.).

Hay quienes llegan al colmo del fariseísmo, de la traición a la naturaleza cristiana de la política, al asumir cargos para los que saben a ciencia cierta que, ni están preparados y que se han ganado con traiciones, con abyecciones y con servilismos de toda laya. Hay quienes asumen la administración a sabiendas de que no se han ganado los cargos, que no merecen y que saben que no se desempeñan por el bien de las personas, sino por su propio bien, el de sus descendientes en varias generaciones.

El Papa habla dulcemente, pero no por ello con menos severidad. Fustiga, aconseja, reconoce no tener recetas para resolver los males de nuestro tiempo. El Papa ha recorrido el mundo, sacudiendo al mundo con sus palabras, con sus conceptos y con sus consejos.

No será sencilla la tarea de entender sus palabras. No hay necesidad de hacer interpretaciones eruditas de mensajes tan claros. Entenderán quienes tengan voluntad, quienes realmente posean un poco de vocación de servicio, un poco al menos, de voluntad para servir, para resolver. El mensaje es claro, las palabras entendibles. No pensemos de una manera y hablemos de otra, no hablemos de una manera y actuemos de otra: se requiere congruencia. Se exige: “¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete, no nos compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentando construir? ¿La amamos sólo en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas? San Ignacio –permítanme el aviso publicitario–San Ignacio nos decía en los Ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las palabras. ¡Amémosla a la sociedad en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía que el amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al aislamiento”.

Una nota periodística describió al Papa como “enérgico y risueño”. Así ha sido su paso por una región que conoce muy bien y que describe con palabras que son un poema en prosa: “una tierra bendecida en sus gentes, con su variada realidad cultural y étnica, que constituye una gran riqueza y un llamado permanente al respeto mutuo y al diálogo: pueblos originarios milenarios y pueblos originarios contemporáneos; cuánta alegría nos da saber que el castellano traído a estas tierras hoy convive con 36 idiomas originarios, amalgamándose –como lo hacen en las flores nacionales de kantuta y patujú el rojo y el amarillo– para dar belleza y unidad en lo diverso. En esta tierra y en este pueblo, arraigó con fuerza el anuncio del Evangelio, que a lo largo de los años ha ido iluminando la convivencia, contribuyendo al desarrollo del pueblo y fomentando la cultura”.

Es mucho pedir pero no sobra intentarlo. Pedir para que se escuche, se lea, se atienda el mensaje de contenido político enviado por el Sumo Pontífice. La política se debe entender como arte y ciencia de escuchar, de atender, de resolver problemas, de practicar la caridad concebida desde su mejor rostro. Habrá sido en vano el esfuerzo apostólico del Papa si no se logra cimbrar la realidad en la que reina la extrema desigualdad. El interés privado, egoísta, lo que enriquece al particular es antonimia simple y llana de la política, su corrupción. La política es arte de servir. La política es suprema manifestación de lo humano.

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