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Con el silbatazo de inicio de la carrera presidencial, el jefe del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, le apuntó al mejor y más efectivo tema de distracción que pudo haber escogido, para bien y para mal, dependiendo de la óptica con que se mire, porque la distracción es pareja, para propios y extraños.
Por un lado, desvía la atención de la opinión pública hacia un tema siempre atractivo que es el del futurismo en la sucesión presidencial, apartándola, al menos por un momento, de los problemas que aquejan al país y que la 4T no logra descifrar. Por otro lado, saca de concentración a quiénes quisieran o pudieran estar involucrados en el tema, distrayéndolos de sus responsabilidades y funciones propias de los cargos que desempeñan, lo que resulta lesivo para la gobernanza y sumamente inoportuno a medio período sexenal.
El tema propuesto por el jefe de la Nación, significa, prácticamente, el visto bueno oficial para la especulación popular sobre el futuro político de los personajes a los que el gran elector ingresó a la cancha, aunque todavía falte mucho tiempo para el inicio del partido. La eficacia del distractor está a la vista. A partir de que el primer mandatario habló, sin motivo aparente, sobre su todavía remota sucesión, el tema se ha mantenido en las primeras planas de los medios y cualquier comentario de los señalados, se analiza y se interpreta más allá de su posible verdadera intención.
Porque algunos de los destapados, por lo pronto dos de los seis mencionados, han adquirido, inevitablemente, una categoría adicional al cargo público que ejercen. La jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, son ahora, además, presuntos precandidatos presidenciales, una categoría política novedosa por lo pública y anticipada, propia del juego sucesorio de la 4T.
En esta categoría habría que considerar un tercer personaje, al que el destapador, así se ha autonombrado el jefe del Ejecutivo, no mencionó. Una omisión no casual, con dedicatoria y significado a la que el destinatario acusó recibo levantando la mano para hacerse presente y expresar su derecho a participar. Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado y Coordinador del grupo parlamentario de Morena, tiene aspiraciones y no está dispuesto a ocultarlas, aunque en Palacio Nacional no lo vean con los mejores ojos ni lo consideren propio, los duros de la 4T. Para su fortuna, en este muy anticipado juego sucesorio, en el que se dice que no habrá tapados ni favoritos, será difícil impedirle hacer política futurista en un puesto cuyo objetivo es, precisamente, hacer política.
Los otros 4 funcionarios señalados en la mañanera, los embajadores Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma y las secretarias de Economía y de Energía, Tatiana Clouthier y Rocío Nahle, respectivamente, no tuvieron mayor impacto en la opinión popular, salvo quizás, el ex rector de la UNAM, aunque por razones de su encargo en el extranjero, el doctor de la Fuente estaría en desventaja, para comenzar.
De los tres presuntos, se especula que la favorita del dedo elector es la jefa de Gobierno, por la que el presidente ha demostrado, públicamente, un especial afecto y reconocimiento. Esta supuesta ventaja en las preferencias de palacio, en la práctica se convierte en una riesgosa posición, al colocarla como la adversaria a vencer en la carrera por la sucesión presidencial y ya hemos visto como se las gasta el fuego amigo entre los de Morena. Exponerla con tanta anticipación, le va a complicar mucho el camino rumbo a la silla del águila.
Por lo pronto, y como control de daños por el reciente descalabro electoral moreno en la CDMX, se ha reforzado el equipo del gobierno de la capital del país, no sin miras futuristas. Como segundo de abordo, en la Secretaría de Gobierno, se nombró al senador con licencia Martí Batres. Un operador político, más bien rudo que técnico, que enfrentará un escenario difícil, ya sin la hegemonía de Morena en el congreso local ni en el territorio de la capital, en donde la oposición gobernará 9 alcaldías contra 7 de Morena.
El presidente ha dicho que en su equipo sobran candidatos para su relevo, mientras que en la oposición no hay figuras a la vista y, ese desierto, quizás, algo haya tenido que ver con la anticipación de su futurismo, para conocer la baraja de los de enfrente con tiempo para neutralizarlos (¿alguien recuerda al ex presidente de la COPARMEX Juan Pablo Castañón?) y poder concentrarse en afinar y controlar el juego de su sucesión, sin distractores externos.
Se vale especular.