Nunca antes el incumplimiento de una promesa de campaña fue tan bueno para el incumplidor como en esta ocasión: ¿se imaginan al pobre de Roberto Sandoval viajando en un RHINO desde el CEFERESO de Michoacán cada que un juez local requiera su presencia? Por eso hoy más que nunca debe estar muy contento de no haber cumplido su promesa de “¡el penal de El Rincón se va!”.
Para desgracia de todos tampoco fue real su dicho mil veces repetido en la campaña, “para lo limpio ni jabón de ocupa”, y hoy claro está que pasará a la historia como el gobernador más sucio que ha tenido el reino del Nayar.
Desde su celda de El Rincón, Roberto Sandoval debe preguntarse todo el día si sirvió de algo haberse enriquecido obscenamente, porque a estas alturas ser el más rico del panteón o de la prisión debe darle exactamente mismo.
Seguramente ROSA debe tener hoy muy claro que ni todo el dinero del mundo habrá valido la pena si para tenerlo en sus manos hubo que arrastrar a su familia al lodo del deshonor. Porque mucho debió dolerle ese viaje en avión desde Monterrey a Tepic con su hija sentada al lado, ambos acusados del delito de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita.
Ese retorno al Pantanal en vuelo privado cortesía de la Fiscalía General de las República seguramente jamás lo imaginó, él que gustaba de sentir la brisa de Aután montado sobre el lomo del Dandy. De El Sueño a El Rincón hay una pesadilla para todos, de seis años para una sociedad que en silencio padeció los excesos de su grandeza, de cinco semanas apenas para él, aunque seguramente está en la antesala de su propio infierno.
Nunca imaginó que pagaría con sangre y lágrimas cada millón de pesos que se embolsó a la mala, porque de haberlo sabido seguramente habría preferido seguir de barrendero en las calles de Los Ángeles antes que condenar al infierno a todos sus seres queridos, unos a la cárcel y otros al panteón.
Podríamos ser generosos y suponer que también él fue víctima de El Diablo, de ese pequeño demonio de ojo azul que ponía sobre su escritorio la pavorosa pistola con sus iniciales grabadas en las cachas antes de cualquier conversación, pero como gobernador del estado era el responsable de su actuación.
Hoy, con ambos tras las rejas, los detalles de sus abusos surgen a borbotones como cañería descompuesta y cuesta trabajo entender cómo fue posible que esto ocurriera. Ahí está la portada del Proceso acusando a Veytia de nexos con el narco justo cuando éste estaba en la cúspide de su poder, y no pasó absolutamente nada.
Como nada hubiera pasado si aquella mañana del 29 de marzo del 17 el FBI no lo hubiera detenido en San Diego ante el estupor del propio Roberto Sandoval que se declaró estupefacto por todas las barbaridades que empezaron a aflorar en contra de su Fiscal favorito.
La misma cara puso el domingo 6 de junio cuando los fiscales tocaron a las puertas del rancho El Güerito en Linares, Nuevo León, para invitarlo a pasear por su lindo Nayarit. Desde entonces todo ha sido un tobogán del que quisiera jamás haberse subido, pero si mi abuelita tuviera llantas sería bicicleta.
La clave en todo esto se llama impunidad: la certeza de que puedes robarte a manos llenas el dinero del pueblo sin correr el riesgo de ser castigado. La seguridad de que durante seis años podrás ser amo y señor de Nayarit y después, en el peor de los casos, vendrá un dulce destierro en el que podrás disfrutar de tus caballos pura sangre y las peleas del Canelo en Las Vegas.
Pero algo se rompió por el camino, algo que seguramente ni Roberto Sandoval alcanza a comprender, porque a fin de cuentas, supone, no hizo nada que los otros no hubieran hecho. Pero hasta para ser corrupto hay que tener clase, dirán algunos de sus maestros, esos que con sus malas artes dieron origen a la máxima de “nos podrán acusar de corruptos, pero nunca de pendejos”.
Desde su suite de El Rincón Roberto Sandoval debe tener muy claro hoy que ni todo el dinero del mundo vale más que tu libertad, que la vida de tu sobrino, que las lágrimas de tu esposa o que el dolor de tu hija. Y ese deber ser el mensaje: a partir de ahora ya nada será igual en Nayarit, nunca más un Fiscal usará la ley para abusar de los más pobres, nunca jamás un gobernador abusará del cargo para hacerse multimillonario en tan solo seis años.
El pacto de impunidad que se traspasaba de sexenio en sexenio finalmente se ha roto y esperamos que sea para siempre, para que los nuevos gobernantes tengan muy claro que en caso de incumplir el mandato de ley podrían terminar tras las rejas.
Por supuesto que habrá quienes sepan robar pero nomás tantito, que sean puercos pero no tan trompudos, pero deberán tener claro que si traspasan los límites de lo permisible terminarán llorando en alguna prisión. A Roberto Sandoval le toca ser el primero, esperamos sinceramente que también sea el último. Por el bien de los futuros gobernantes y de los futuros gobernados. Que Nayarit nunca más vuelva a ser el infierno, que regrese a su condición de paraíso terrenal.