PODERES PARALELOS.
Llama la atención, a poco más de un mes de que se realizaron los comicios más grandes en este país, que se mantiene una división de criterios en la interpretación de lo sucedido y de la interpretación correcta del mensaje que la jornada electoral del seis de junio representa para el futuro político del país.
En la elección se pusieron en evidencia los grandes problemas que este país requiere enfrentar con madurez y de manera asertiva, pues de la adecuada solución, depende la viabilidad futura de esta nación.
Las lecturas más comunes y erradas, son las que caen en un futurismo político, que visualizan posibilidades de acomodo de piezas y tendencias partidistas y grupales e inmediatamente dan por sentado que, al electorado se le puede moldear para que produzca en el futuro próximo un resultado en urnas, que ratifique el pronóstico o apuesta.
Nada más alejado de la realidad. La preocupación más arraigada entre la ciudadanía, no es quien o quienes van a gobernar este país a partir de 2024. Preocupa y ocupa más el tiempo de la ciudanía y sus pensamientos, encontrar la fórmula que haga posible una madurez del estado mexicano, que permita su vigencia y alcance en todo el territorio del país para que ya no existan espacios en donde el estado mexicano, no existe como factor de poder capaz dar vigencia e imperio a la constitución y las leyes mexicanas.
Mientras se vieron campañas electorales con candidatas y candidatos, buscando ganar simpatías recurriendo a recursos circenses, o entonando canciones, otros moviéndose grotescamente al ritmo de alguna melodía, sin presentar propuestas o proyectos para resolver problemáticas sensibles para el electorado.
También se vieron acciones intimidatorias y encaminadas a inhibir la pluralidad política, en amplios territorios del país, mediante el uso de la violencia, que en algunos casos llegaron a quitar la vida a algunos candidatos.
Esta última modalidad de incidencia en las elecciones, es una manipulación encaminada a reducir la oferta política y de esa manera favorecer la opción que esos grupos violentos desean, afectando la voluntad popular.
La democracia para sobrevivir requiere como piso la vigencia operativa del entramado de leyes que el estado de derecho posibilita, las reglas de convivencia política y la certeza de que nadie es, ni puede ser impune ante la aplicación de la ley.
No solo se vivió un proceso electoral políticamente complicado, sino que fue evidente la poca capacidad de acción y maniobra de los órganos responsables de la seguridad pública, para garantizar comicios sin el temor de la violencia y la intromisión de poderes facticos, que buscaron intimidar a la población y a quienes aspiraban a obtener cargos de elección popular.
¿Cómo iba a ser posible la seguridad, a partir del Estado si, incluso, en algunos casos emblemáticos (Guerrero), desde el poder público- o por lo menos con su complacencia- se utilizaron practicas violentas e intimidatorias contra candidatos y autoridades electorales?
Las elecciones constituyen un procedimiento, civilizatorio que muestra la ruta para dirimir las diferencias políticas, con métodos pacíficos, sin embargo, esta vía parece que fue circunstancialmente, despreciada, desde el centro del poder público.
La jornada electoral transcurrió y se ejecutó con altos estándares de calidad, gracias al compromiso adquirido por la ciudadanía que se involucró decididamente en la organización, realización y observación de los comicios y de la mano con la autoridad electoral, realizó su mejor esfuerzo.
Lo lamentable fue que las pulsiones autoritarias se hicieron sentir y el poder público estiró con su injerencia, la liga al máximo, y con ello lastimó el equilibrio de los comicios, con narrativas de descalificación previa de la autoridad electoral, y un constante bombardeo mediático desde el púlpito mañanero dedicado casi de manera exclusiva a favorecer al partido gobernante.
La población que ejerció su derecho al sufragio, lo hizo con mucho asertividad, pese a las precarias ofertas electorales.
Lo anterior nos muestra una población electora, en franco proceso encaminado hacia la madurez política.
Al parecer la población votante en cada elección se informa más, y lentamente está dejando de ser tan vulnerable a las acciones de compra y coacción, día a día se incrementa la confianza ciudadana en la autoridad electoral, y esto, a pesar de la campaña insidiosa de desprestigio en su contra, emprendida por el partido oficial.
Fue palmario el desprecio oficial a la voluntad popular y el esfuerzo de millones de ciudadanos que cuidaron las casillas en todo el país, al descalificar de antemano su actuación, en previsión de una probable derrota electoral, pero la reacción ciudadana llevó a las urnas a casi 10 % más votantes que los que participaron en la elección intermedia anterior (2015), con lo cual la propia ciudadanía, desactivó el efecto del odio.
Hoy el escenario post-electoral, nos arroja tres fenómenos que requieren ser analizados profundamente y además ser debatidos ampliamente por la población, para así, determinar el tipo de gobierno y gobernantes que el país necesita.
El primer fenómeno post-electoral que saltó a la vista fue el desprecio oficialista a la clase media. Sorprende, pues la clase media en nuestro país solamente representa el 12% de población. Las democracias más estables del planeta se caracterizan por tener clases medias robustas, amplias y consolidadas. Ampliar la clase media, es una tarea urgente en México y debe ser una meta primordial de cualquier gobierno en una democracia y no su destrucción o transformación, como al parecer se pretende hacer.
El segundo fenómeno post-electoral que se percibe, es una pasividad oficial ante un crecimiento de la inseguridad y la violencia proveniente de grupos organizados para delinquir, que cada vez controlan más y más territorios, en los cuales se han convertido en poder paralelo al Estado, y cobran tributos e imponen gabelas, a las actividades productivas de particulares, en los territorios que controlan, casos hay en los cuales ellos imparten “justicia” y determinan “castigos”, amén de apropiarse del control del presupuesto de los ayuntamientos mediante la coacción e intimidación de las autoridades municipales.
El tercer fenómeno post-electoral lo constituye la campaña oficializada e instituida en las “mañaneras” que se dedica a combatir la libertad de expresión y a etiquetar como enemigos del régimen, a las voces disidentes que ejercen la libertad de prensa, con una visión distinta a la versión oficial.
Según la organización reporteros sin fronteras, México ocupa el lugar 143 de 180 en el ranking de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
Los tres temas constituyen auténticas alertas y llamado general para entender que las libertades personales pudieran estar amenazadas en un futuro cercano, en este país.
Entendamos que ya casi estamos al límite, pero aun a tiempo para tomar la ruta correcta y empezar a construir la sociedad deseada por casi todas las personas.
¡Hasta la próxima! Y muchas gracias por sus comentarios.
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