mañanera claudia sheinbaum

EL CARISMA II. VALORAR A OTROS

Una segunda forma para ganar carisma, es la capacidad del líder para hacer que las otras personas se sientan importantes, fuertes, valerosas y dignas de respeto.   En general que se sientan  bien.     Los mensajes de Hitler a los alemanes fueron algo como lo siguiente:    “Somos la raza aria”    “Somos la raza superior”    “Somos el pueblo más importante de la tierra”.   El mensaje llegó tan hondo al pueblo alemán, que las madres llegaron a entregar a sus hijos menores de edad, para que prestaran servicios militares de guerra en el frente ruso.

Cuando los políticos hacen ataques o reproches al pueblo a través de los medios de comunicación, pierden popularidad, pero en la medida que hagan sentir bien a las masas ganan prestigio.    La Iglesia Católica ha perdido últimamente millones de fieles.  Esta retirada, se debe en parte, a que muchos ministros desde el púlpito frecuentemente predican reprimendas a los prosélitos que los escuchan.    Algunos líderes lo hacen regañando a aquellos que llegan temprano a las sesiones, por los que llegan tarde.

Es muy frecuente que, sin haberlo reflexionado, un líder, sienta el deseo por desvalorizar a los otros.    A veces lo hace para tratar de resaltar su propia importancia por encima de los demás, lo que en buen romance, el interlocutor puede interpretar es que el líder le dice algo como lo siguiente:  ” Yo te digo que yo soy mejor que tú”.

Cuando se hace un sincero esfuerzo para que el otro o los otros se sientan fuertes e importantes, se está explotando la necesidad de reconocimiento que todo el mundo tiene.    El líder que desvaloriza, haciendo sentir mal a los otros, está haciendo todo lo contrario.    Una broma generalmente desvaloriza y causa más impacto destructivo, cuando se hace en público.

Cada persona sobre la faz de la Tierra alguna vez ha tenido la oportunidad de sentir dolor en su corazón cuando fue humillado ante otro u otros.    Se siente animadversión o rechazo hacia aquel que lo hizo ver disminuido, con ganas de no verlo, ni de volver a ver a la gente que presenció la escena.    Con ganas de apartarse, de desaparecer, de no estar en el lugar.

Por el contrario cuando un líder hace sentir importante a una persona, en el fondo el elogiado le guarda un agradecimiento secreto.   Ese agradecimiento muchas veces se muestra en la disposición de seguir apoyándolo.   Sin embargo se debe recalcar que para que el otro se sienta bien, el esfuerzo de valorizarlo debe ser genuinamente auténtico.    Si no es auténtico, se trata de una adulación o lisonja, que en el fondo es una manera sofisticada y maquiavélica de desvalorizar.

Si una persona o un grupo percibe que le están haciendo un halago fuera de orden, en proporciones tanto de magnitud como de veracidad, la interpretación que le da es que se trata de una adulación.    Para que el otro u otros se sientan bien ante un halago que les hace el líder, la gratificación recibida deberá ser respuesta a méritos reales y concretos que esa persona o grupo posean y que también los perciban como reales.

Las palabras que usa el líder son una parte del mensaje.    Sin embargo, el lenguaje no oral juega un papel importante para que dicho mensaje sea completo.    Los sentimientos que tenga el  líder son percibidos por los miembros, tanto el aprecio auténtico como el odio que se trasmiten, son detectados por quienes lo reciben.    La trasmisión se da en parte por la forma de mirar, el tono de voz, el ceño, los gestos y demás formas de comunicación.

Por tal razón se debe cuidar de que todo lo que se haga por hacer sentir bien a los otros, sea auténtico y congruente.    De otra manera, hay probabilidad de que no logre el propósito del halago y lo que se logre finalmente es hacer que se sientan mal.    En este último caso, hay probabilidad de que inclusive se llegue a disminuir el área de influencia del líder.

Cuando se habla en exceso de sí mismo, o cuando una persona se auto-halaga, aumenta la probabilidad de poner a los demás en términos de comparación, esta situación pone a los otros a la defensiva.    Con estas formas el líder está perdiendo una oportunidad de reconocer los méritos y valores de los interlocutores.

Proyectarse equivale a salir de sí mismo para hacer objetiva sobre los otros su área de influencia.    La proyección se potencia o multiplica en forma positiva cuando se habla más en términos de “tú” que cuando se lo hace en términos de “yo”.    Simplemente escuchar, significa decirle a otro    “Tú eres importante para mí y por eso pongo atención a lo que dices”.    Escuchar es una manera muy fácil de dar reconocimiento y por lo tanto de que la gente se sienta bien.

Los buenos vendedores suelen hacer preguntas inteligentes.    Hacer preguntas significa poner a pensar al otro  Es decirle, “Tú eres inteligente, yo lo creo y por eso te invito a que pienses”.    Los vendedores hábiles logran modificar el comportamiento del cliente, para hacerlo comprar.    Vender es modificar el comportamiento.  Es lograr que el cliente haga lo que el vendedor quiere.   Cuando logra cerrar su venta, el vendedor funcionó como un líder.

Cuando se razona se deja a un lado las emociones, los prejuicios y los sentimientos.    Al razonar se pone en marcha la magnífica computadora que es el cerebro.    Quien invita a pensar está reconociendo tácitamente las capacidades que el interlocutor tiene y por lo tanto lo gratifica.

Los entrenadores de los equipos deportivos exitosos animan a sus pupilos a que hagan esfuerzos con valor y coraje, los animan para el logro de triunfos.    El mensaje casi siempre dice “Yo creo que tú o que ustedes pueden”,   “Yo creo que ustedes valen”.   “Cualquier esfuerzo que hagan es importante,   “Ustedes son importantes”.

Basta que se deje rodar la imaginación para percatarse del sinnúmero de posibilidades que se tienen para hacer sentir bien a los otros.  Un saludo de frente, una sonrisa oportuna, una calidez en el tono de voz, un callarse y prestar atención cuando el otro habla son formas de lograrlo. En los puestos de jefatura se pueden dar diplomas de reconocimiento, homenajes públicos, títulos en la puerta, escritorios más grandes, alfombras, baños, oficinas privadas.    Los ejércitos otorgan medallas, galardones, ascensos y promociones. Los equipos deportivos trofeos.

Hablar bien de otro a sus espaldas, es una manera de que las personas que escuchan, piensen que quien así habla, es de fiar.    Está mostrando ser alguien que genera buenas intenciones.    Hay más de un político que como estrategia, ha logrado romper las defensas de los rivales dentro de un mismo partido, hablando bien de los demás enconados competidores.    Hablar siempre bien de las personas es hablar con el lenguaje de alabanza y creación con que habla la naturaleza y por lo tanto se está en armonía con el universo y con Dios.    Por el contrario, hablar mal de otro es estar en desarmonía con la fuente creadora.

Cuando se escucha algún mensaje grato que ha dicho un competidor o enemigo, se comienzan a disminuir las diferencias.    Las personas se sienten cómodas con quien habla siempre bien de los demás.    En esa proporción aumenta su capacidad de armonizar ideas y por lo tanto le permiten al líder ejercer su área de influencia sobre el que escucha.          Para hacer sentir importante a los otros es preciso dejar el egocentrismo.    Aprender a identificar los méritos y aciertos de los demás es el inicio de este proceso.

Todos los seres humanos tienen cualidades.    El líder puede aprender a ver las cualidades de cada uno de sus seguidores y decirlas a los cuatro vientos.    Si estas cualidades son reales, los aludidos se sentirán halagados cuando se enteren de la mención que se hizo de ellos.

En una ocasión al suscrito le tocó escuchar un discurso de más de una hora, de Juan Domingo Perón.   En ese discurso este famoso líder habló solamente cerca de 17 minutos.  El resto fueron ovaciones.   En esos 17 minutos su mensaje central era de exaltación de los argentinos.  Cada exaltación era seguida de una gran ovación. No es de extrañar que Perón lograra incorporar a su partido político denominado “Justicialismo” a argentinos de muy diferentes ideologías.   América Latina tiene una gran escasez de líderes auténticos.   Que Dios ayude a Tepic para que se generen líderes de la talla de Perón.

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