Para interpretar el personaje de “Martita ‘La China’” en la película “El complot mongol” la actriz uruguaya Bárbara Mori puso a prueba no sólo su calidad histriónica sino también la física y energética, de ahí que recurriera a clases de tai-chi.
“Lograr ese reto ha sido muy satisfactorio para la producción y para mí. Me ayudó mucho tomar clases de tai-chi, por ejemplo para sentir cuál era la energía del personaje, tan distinta a mí”, compartió Mori a Notimex.
El temple del personaje tiene una razón de ser, pues “Martita” vive atormentada pensando que algún día la pueden deportar a su país de origen.
De qué va el tai-chi
Es una disciplina milenaria en la que a través de secuencia de movimientos se desarrolla la coordinación natural de las energías internas y éstas a su vez con las del entorno.
Mori, quien ha interpretado el papel de “Rubí”, una de las villanas más sensuales de la televisión, señaló que la historia de “Martita” es terrible y también el abuso que ha sufrido toda su vida, “por eso está rota y hecha pedacitos”.
En ese tenor agregó que el reto era mayúsculo no sólo en la parte física sino también en la interpretativa, pues “es un personaje demasiado vulnerable y entrañable a la vez”.
De padre chino y madre mexicana “Martita” es una mujer insegura que ha sufrido las consecuencias de una guerra, pero que al enamorarse de “Filiberto García” –el protagonista- pierde el miedo a los otros.
Ojos rasgados, cabello oscuro, largo y alaciado y maquillaje cargado son las características de físicas del personaje y para lograrlo la actriz se sometió a un proceso de transformación.
De acuerdo con la actriz, cuando Sebastián del Amo, director de la película, le hizo la propuesta, no daba crédito pues se trataba de una mujer de nacionalidad china.
Sin embargo, la también productora dijo que la propuesta resultó tentadora por lo arriesgado que resultaría salir de su zona de confort e interpretar a una mujer tan diferente a ella, incluso en lo físico.
El proceso de transformación
La transformación de la actriz de 41 años incluyó, además de maquillaje, el uso de unos resortes especiales que le jalaban los ojos a fin de lograr la característica de rasgado de las mujeres orientales.
“Me pusieron prostéticos en los ojos, me jalaron los ojos con resortes, me pusieron lentes de contacto oscuros, entonces veía poquito y medio oscura la imagen (…) fue bastante incómodo pero el resultado fue increíble porque no me reconocían a la primera”.
Sobre qué sintió y pensó al verse caracterizada como “Martita”, Mori suspiró y expresó: “fue ver a un personaje tan distinto a los que he hecho, fue salirme de lo que he hecho antes y darme cuenta que puedo hacer otras cosas diferentes”.
Aunque reconoce que parte importante del logro es la caracterización, señaló que “de pronto era molesto filmar con los lentes, tener los ojos rasgados, la peluca … era demasiado, pero me miraba al espejo y era impresionante ver a Martita ahí”.