“La botella de brandy que veis viajó al espacio en 1998. Increíble, ¿verdad?”. Anna Kozyrina es la gerente de ventas y marketing de la destilería KVINT (un acrónimo en ruso que significa “Brandy, Vinos y Bebidas de Tiraspol”).
“Tres astronautas rusos pusieron en órbita esa botella junto con quién sabe cuántas más. Sólo esta se salvó”, cuenta entre carcajadas.
Cuando regresaron, los tres cosmonautas donaron la botella al museo de la KVINT. “Se llama White Stock. Sería interesante observar las diferencias entre un brandy terrestre y uno espacial, pero desgraciadamente no podemos abrirla”, añade Anna.
Fundada en 1897, KVINT es la destilería más antigua de Transnistria. Tiene la sede y las instalaciones en el centro de la capital, Tiraspol.
Aquí se produce un brandy famoso en toda la antigua zona soviética, que tiene entre sus principales fuentes de ingresos y de trabajo tiendas dispersas por toda la zona.
Hace unos años la KVINT se incorporó al grupo Sheriff, propiedad del expresidente Igor Smirnov, quien estuvo en el poder durante casi 20 años.
Con la enseña de una estrella de sheriff de estilo texano, Smirnov administra el grupo privado más grande del país, compuesto por la KVINT, decenas de surtidores de gasolina, una docena de supermercados y el moderno estadio del FC Sheriff, un equipo destacado en el fútbol de Transnistria.
La KVINT es uno de los orgullos de Transnistria, el país que existe pero que nadie reconoce.
Transnistria, que históricamente fue un enclave dominado por los rusos dentro de la República de Moldavia, es una república autónoma desde 1991. Tiene su propia moneda, su policía y sus fuerzas armadas.
Tras la caída de la Unión Soviética, el rápido desmembramiento de las repúblicas que la componían dejó muchas cuestiones abiertas con respecto a la división de territorios y población.
Entre los habitantes de Transnistria y la recién formada República de Moldavia el conflicto fue inmediato: en 1990 las tropas de Chisinau intentaron ocupar la ciudad de Dubasari, pero las milicias locales y los restos del ejército soviético de Tiraspol y Bender bloquearon el avance.
Estalló un sangriento conflicto que duró dos años y que llevó a Moldavia a darse cuenta de que era incapaz de ocupar la pequeña república apoyada por Moscú. Desde 1992 Transnistria vive como una república autónoma pero no tiene ningún reconocimiento internacional.
“Sí, puedo decir que la KVINT es una de las banderas de nuestra querida Transnistria”, dice Anna en un recorrido por las fábricas. Y, ciertamente, tiene razón.
Cuenta con maquinaria moderna y altamente eficiente para elaborar brandy, unas salas inmensas para almacenar el destilado en barriles de buena madera, una bodega más que respetable con ejemplares muy antiguos, una elegante sala para degustaciones, un diseño muy refinado para las botellas y un bonito museo.
Alrededor de 40 por ciento de la producción se exporta a 28 países como Estados Unidos, China y varios de Europa, así como las antiguas repúblicas soviéticas, mientras que el 60 por ciento restante se queda en el mercado local.
“La fábrica fue completamente destruida dos veces -explica Anna-. La primera vez fue durante la guerra civil en 1818, y se reconstruyó en 1927. La segunda vez fue durante la Segunda Guerra Mundial, en 1944, y se rehabilitó en 1947. Como podéis intuir, la KVINT, el corazón de Transnistria, no desaparecerá nunca”.