Uno de los aspectos más impactantes de esta historia es la forma en que Ponce encubrió a su pareja sentimental, Alejandro Galván, en lugar de actuar en favor de una víctima y hacer valer la justicia. En lugar de respaldar a la madre de una niña de 10 años que buscaba el reconocimiento de su hija y el cumplimiento de las obligaciones financieras de Galván, la alcaldesa optó por esconder a un prófugo de la ley y victimizarse en el proceso.

 

Este comportamiento es inaceptable en cualquier líder político, y es aún más preocupante cuando proviene de alguien que se presenta como una figura feminista. La ética y la integridad deben prevalecer por encima de los lazos personales o las lealtades políticas. La presidenta municipal tuvo la oportunidad de ejercer liderazgo y exigir responsabilidad a Galván, pero en cambio eligió la complicidad y el encubrimiento.

 

No podemos olvidar que este caso involucra no solo cuestiones de manutención infantil, sino también de violencia y responsabilidad. La omisión de la alcaldesa de actuar en defensa de los derechos de una niña y una madre es un fracaso moral y ético.

 

La igualdad ante la ley es un principio fundamental en cualquier sociedad democrática. Los líderes políticos tienen la responsabilidad de ser ejemplos y defensores de este principio, y no deben utilizar su posición para proteger a delincuentes. La presidenta municipal debe rendir cuentas por su conducta y ofrecer una disculpa pública a todas las mujeres de Tepic por su manejo negligente y moralmente cuestionable de este asunto. Solo a través de una acción transparente y ética se puede comenzar a reconstruir la confianza en la política local y demostrar un verdadero compromiso con la justicia y la igualdad.