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¿ESTÁ EL PRESIDENTE APTO MENTALMENTE PARA DIRIGIR AL PAÍS?

Por más que el “testamento político” fue un buen distractor para que la población y los medios de comunicación no le bombardearan con preguntas respecto de su estado de salud tras el presunto cateterismo a que habría sido sometido el presidente Andrés Manuel López Obrador el pasado viernes 22 de enero en el Hospital Central Militar, resulta inevitable insistir en que se conozca toda la verdad sobre la situación de salud que guarda el jefe del Ejecutivo de la Nación, siendo que  cada vez son más evidentes sus problemas de coordinación motriz y de lenguaje, como ocurrió la mañana del pasado jueves durante su conferencia Mañanera, cuando no pudo pronunciar adecuadamente la palabra “circunscripción”, mostrando dificultad para coordinar su lenguaje, y denotando a través de su expresión facial y corporal quizá un daño cognitivo, o neurológico que no es permisible se siga ocultando y por lo cual se debe exigir a los integrantes del Poder Legislativo emplear las herramientas a su alcance para reclamar se revele cuál es el estado de salud del presidente y se den a conocer los documentos oficiales expedidos por un facultativo a fin de que se determine si está en condición o no de permanecer al frente del país. 

Ya en una de mis colaboraciones de la semana pasada escribí en torno a la necesidad de que los mexicanos conozcamos el estado de salud que guarda el primer mandatario de la nación:

“Más allá de las dos ocasiones en que Andrés Manuel ha sido alcanzado por la COVID-19 y algún otro ingreso al hospital, poco o nada sabemos de la verdadera condición médica en que se encuentra, siendo cada vez más evidentes los signos de decadencia en su rostro y su andar, su notorio sobrepeso, su mala alimentación de la que él mismo da cuenta a través de los acostumbrados videos que muestra en redes sociales. Y mucho menos sabemos de su estado mental, que igualmente en más de alguna ocasión nos ha dejado dudas y preocupación en cuanto a su buen funcionamiento.

De ahí que se haga necesaria una exigencia para que alguien asuma la responsabilidad por la salud del presidente y conteste todas esas preguntas que los mexicanos tenemos y que al no ser respondidas han generado múltiples rumores, versiones y trascendidos, como el más reciente en el que se asegura que tuvo dos desvanecimientos previos a la hospitalización del viernes”.

El mismo jueves en redes sociales se viralizó de inmediato el video de López Obrador que muestra sus tropiezos con la lengua antes de acertar a pronunciar correctamente la palabra; los memes y comentarios chuscos se volvieron tendencia, lo mismo que “Peña”, toda vez que las comparaciones con el ex presidente Enrique Peña Nieto, no se hicieron esperar puesto que muchos recordaron cuando el ex esposo de La Gaviota no pudo pronunciar en inglés la palabra Infraestructura.

El asunto es que aquel momento embarazoso que vivió Peña estuvo relacionado con su dificultad para pronunciar el inglés, en tanto que el inconveniente del presidente no parece estar relacionado con el castellano, sino más directamente con un problema de salud, puesto que aunado a su tropiezo, tenemos que muestra un semblante descompuesto, devastado,  enfermo, una apariencia de un hombre de mucha mayor edad a sus 68 años de vida; además, parece esconder su mano izquierda siendo ya sus movimientos muy lentos y mínimos.

Andrés Manuel es un hombre con antecedentes de salud precaria; en su historial clínico se cuenta un infarto agudo al miocardio ocurrido en 2013, problemas con las cervicales, y sus dos contagios por covid, sin que se conozcan posibles secuelas.

El fin de semana antepasado, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, informó que el presidente estuvo en el nosocomio para realizarle un cateterismo cardiaco, dado que por los antecedentes del Presidente cada seis meses se le realizan una serie de estudios (laboratorio, electrocardiograma, prueba de esfuerzo y/o tomografía) y por los resultados de su último chequeo, el equipo médico que lo atiende consideró necesario realizar un cateterismo cardiaco.

Dijo también que durante el procedimiento se encontraron el corazón y las arterias de López Obrador sanos y funcionando adecuadamente, por lo que no fue necesario realizar ningún otro tipo de intervención y fue un procedimiento breve.

Pero como también ya se mencionó en la colaboración anterior:

“El secretario de Gobernación cumple con la parte que le corresponde al enviar un comunicado para dar a conocer de manera oficial el procedimiento al que fue sometido el presidente, el resultado del mismo y su estado de salud. Pero todos sabemos que Adán Augusto no es médico,  y luego entonces, lo adecuado sería que apareciera y se conociera al grupo de galenos que da seguimiento a la salud del mandatario y quién lo encabeza, a fin de que de alguna forma los mexicanos tengamos certeza del estado real de salud de quien lleva las riendas del país”.

Y si bien no existe disposición expresa en el orden constitucional vigente respecto a quien o quienes corresponde exigir la revocación de mandato o la renuncia del presidente por causa grave y no se cubre el tema del diagnóstico de la salud del Ejecutivo solicitado por terceros, aunado a que las cámaras no tienen facultades en tal sentido, ni tampoco el Congreso en pleno, este vacío constitucional debe ser revisado a fin de construir una salida viable.

Sabemos que Andrés Manuel es un hombre extremadamente terco y voluntarioso que no atiende consejos ni indicaciones, por lo que no se puede descartar a priori que haya precipitado su recuperación después del cateterismo poniendo en riesgo su salud simplemente para evitar más rumores o suposiciones.

Lo cierto es que resulta de lo más irresponsable que se esté ocultando el verdadero estado de salud del primer mandatario de la nación; que no se conozca siquiera qué tipo de medicamentos consume y las reacciones de estos, más allá de sus remedios caseros basados en miel, limón y Vaporub.

De acuerdo con especialistas, entre las señales que advierten algún accidente cerebro vascular se encuentran: entumecimiento o debilidad repentina de la cara, brazo o pierna, especialmente en un lado del cuerpo; confusión repentina, dificultad para hablar o dificultad para entender a los demás; problemas repentinos para caminar, o para ver con un ojo o ambos, etcétera.

Andrés Manuel López Obrador refleja al menos tres de las señales antes mencionadas y si el  presidente tiene un daño neurológico, más que burlarnos habrá que preocuparnos.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

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