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ECHEVERRÍA DERRIBA LA FRASE: ‘NO HAY MAL QUE DURE 100 AÑOS’

Segunda parte

El año de 1972, que Echeverría instituyó como “el año de Juárez”. Era tal la presunta veneración que Echeverría declaraba por el llamado “Benemérito de las Américas”, Benito Juárez García, que no admitía bromas sobre el expresidente mexicano.

El comediante Manuel Valdez, que llevaba el nombre artístico de Manuel “Loco” Valdés, hizo una broma en su programa de televisión con el nombre del impulsor de las Leyes de Reforma.

En una de sus rutinas cómicas, preguntó: “¿Quién fue el presidente bombero? Pues Bomberito Juárez. ¿Y quién lo ayudaba? Su esposa, ‘Manguerita’ Maza de Juárez”.

Se colaron rumores de que Valdez había sido detenido, pero años después del incidente, su nieto, Iván Valdés, reveló que el comediante sólo había recibido una dura reprimenda telefónica de la Secretaría de Gobernación.

“LA TRANSFORMACIÓN QUE HEMOS INICIADO”

El primero de septiembre de 1972 el presidente Echeverría rindió su segundo informe de gobierno y sin más explicaciones advirtió: “Si la represión arbitraria resulta del abandono de los procedimientos legales y políticos, la demagogia y la agitación estéril son consecuencia de soslayar la verdadera naturaleza de los problemas. No aceptamos que se confunda la delincuencia con la política. La violación de la ley ha de combatirse con los procedimientos previstos por nuestro sistema normativo. Los conflictos políticos deben resolverse por medio del diálogo, la negociación y los actos legítimos de autoridad. Los problemas más graves han de solucionarse por medio de las transformaciones que ya hemos iniciado”.

El presidente de la Congreso de la Unión en 1972, Celso Humberto Delgado, al responder el informe, se centró en un elogio de la “política de la guayabera” del mandatario:

“Esta ocasión es propicia para echar abajo una vieja práctica en el Congreso de la Unión –una vieja práctica protocolaria– y entrar de lleno a llaneza de la contestación del informe… Somos testigos de la sencillez con que se está trabajando… En chamarra, en guayabera, sin corbata, va destruyéndose el protocolo; hablando sin ambigüedades…”.

INHIBICIÓN DE INVERSIONES, ESPIRAL INFLACIONARIA

La primera mitad del sexenio echeverrista se había ido entre   movimientos sindicales que demandaban mejores salarios y mayores prestaciones; movilizaciones de campesinos que incluyeron ocupación de tierras en distintos estados de la República, guerrilla urbana y rural y actos de terrorismo en el Distrito Federal, Chihuahua, Guerrero y Jalisco; luchas de colonos y toma de presidencia municipales y de palacios de gobierno como protesta por actos gubernamentales (las tomas de alcaldías llegaron a varios cientos y fueron llamadas “insurgencia municipal”), según la hemerografía de la época.

Además, la política populista del echeverrismo había inhibido la inversión y propiciado la animadversión del sector privado hacia el gobierno; éste había emprendido el derroche de recursos sin orden, concierto, ni planeación. La economía comenzaba a mostrar signos alarmantes.

En su tercer informe de gobierno, el primero de septiembre de 1973, ante el inicio de una inminente espiral inflacionaria y tras un agrio acuerdo con la cúpula empresarial, Luis Echeverría Alvarez anunció que un convenio comprometía al sector industrial a mantener sin variación los precios de los artículos de consumo “necesario”, que tendría vigencia del 31 de julio de 1973 al 31 de marzo de 1974.

Explicó, ante los miembros del Congreso de la Unión: “Durante ese lapso, sólo trasladarán a precios los movimientos en los costos básicos de producción o comercialización que en conjunto excedan un 5 por ciento de los actuales. De este modo, no se incrementarán indebidamente los márgenes de utilidad y se evitará una especulación que los empresarios responsables y nacionalistas deben ser los primeros en condenar”.

CONTRA LOS FIFÍS SETENTEROS

“Los grupos privilegiados siempre confunden el progreso general con el suyo propio y combaten todo cambio que amenace sus beneficios particulares (…) En todo momento hemos tenido presente que un programa como el que hemos emprendido, se encontraría ante la oposición de sectores, grupos y personas con la mirada puesta en el pasado, con intereses en conflicto frente a las mayorías y con acciones e ideologías ajenas a los propósitos nacionales”, admonizaba Echeverría.

El presidente del Congreso, Luis Dantón Rodríguez, combinó en su respuesta la fórmula fácil de secundar el discurso presidencial y tributar el elogio:  “El pueblo de México ha sentido la entereza con que se han tomado las decisiones, el valor personal, la responsabilidad política de afrontar las consecuencias, así como la suprema determinación de sostener las instituciones cuando se trata de proteger los valores esenciales de la República o de sus soberanía.

“(…) No sólo se ha rechazado el sistema que otorgue beneficios a una minoría privilegiada y los niegue a los grande sectores del pueblo, sino también se ha adoptado la decisión de enfrentarse al poder económico de las corporaciones internacionales y de los países industrializados, mediante instrumentos que exijan un trato justo y equitativo como la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados”.

LECCIONES DE BIENESTAR A LA ONU

En efecto, Echeverría había presentado su famoso tratado económico en la asamblea de las Naciones Unidas y lo había promocionado en los países que había visitado, una buena parte de los cuarenta que recorrería en todo el sexenio, a pesar de que precisamente en materia económica México caminara al precipicio.

Al respecto, el historiador Daniel Cosío Villegascomentó en un artículo periodístico: “Echeverría cree que su voz será escuchada  y atendida por todos los mexicanos, desde luego, pero también por los grandes monarcas y jefes del universo”.

En 1974 apareció un libelo denominado Danny, discípulo del Tío Sam, anónimo, en el que se atribuían a Cosío Villegas, de manera absurda, vínculos con el gobierno de los Estados Unidos.

El historiador y economista pidió a Echeverría, de manera privada, que se deslindara de tal difamación. El mandatario lo invitó a comer para limar asperezas, pero nunca se aclaró el asunto, según reseña el historiador Enrique Krauze en su libro La presidencia imperial.

Se había opuesto a implantar el control de cambio frente a la fuga de divisas. Se había opuesto al proteccionismo del mercado interno, pero lo sobreprotegió. Había anunciado una cruzada anti inflacionaria pero subió los salarios de los trabajadores sin el respaldo de una economía sin presiones, por lo que se trataba de un aumento ficticio; “se fletaban costosas comitivas para regañar a media humanidad, leyéndole la cartilla de sus deberes económicos, cuando esa era precisamente  la media humanidad invitada oficialmente a prestarnos dinero”, reseña Krauze.

En su informe de 1974, Echeverría regañó otra vez a las que consideraba egoístas clases privilegiadas, como responsables de la crisis económica mayúscula que se iba configurando:

“Combatimos, en la medida de nuestras fuerzas, los efectos negativos de la inflación internacional. En esta tarea es indispensable la colaboración de todos los sectores de la población, pero sobre todo de los más beneficiados. (…) Las clases de menores ingresos sólo con su trabajo pueden cumplirla; las que tienen recursos pueden hacer mucho más, si dejan de lado los gastos suntuarios en actividades productivas. El interés por lo superfluo debe sujetarse a las necesidades colectivas más urgentes…”.

El diputado Fedro Guillén, presidente del Congreso, respondió el informe: “Allí, por el Mezquital, deberían ir estos guardadores de dólares… Debían ir los que se quejan de la inflación pidiéndoles paciencia a los trabajadores… Cuántos datos podríamos oponer a ese murmurador de café, a ese impenitente político que arregla los mundos desde su rincón de dominó, en las aldeas, a veces en las altas academias”.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1