La moda electoral latinoamericana pasó de la reelección de presidentes en ejercicio que tanto furor causó en los primeros años de este siglo, a votar contra el establishment y darle la oportunidad de gobernar a la oposición, que es lo que se ha impuesto en los años más recientes de este lado del mundo, en donde las izquierdas siguen ganando terreno.
El 2022 será un año clave para la política de América Latina, porque podría marcar el viraje definitivo de la región hacia la izquierda a la manera de la marea que se extendió por la mayoría de países latinoamericanos con la llegada de Hugo Chavez al poder en Venezuela en 1998.
Esta tendencia parece ya marcada, pues entre 2019 y 2020 en 11 de las 12 elecciones presidenciales que se han celebrado en la región, los latinoamericanos han votado por cambiar al partido o al gobernante de turno. En la mayoría de los casos, optando por un opositor de izquierda.
El año pasado fue una muestra clara de este “viraje”, con Perú eligiendo a Pedro Castillo y Chile haciendo lo propio con Gabriel Boric. Así como el regreso de la izquierda al poder de Bolivia en 2020 en cabeza de Luis Arce, otro evento electoral notable.
Factores como la pandemia, que agudizaron las ya profundas dificultades sociales en los países latinoamericanos, contribuyeron a que el sentimiento “anti-establecimiento” se tomara las elecciones y diera paso a nuevos gobiernos.
Por eso, este año será determinante para saber si estamos o no ante un nuevo viraje continental hacia la izquierda, y en eso jugarán un papel clave los tres procesos electorales que tendrán lugar durante el 2022 en Costa Rica, Colombia y Brasil.
Estos dos últimos países, Colombia y Brasil, son de especial interés, no solamente por ser de los más grandes, sino porque en uno la victoria de la izquierda sería un hito histórico hasta ahora inédito y en el otro marcaría el regreso de quien posiblemente fue el líder de la pasada “marea rosa” latinoamericana, José Ignacio Lula da Silva.
Pandemia y anti establecimiento
Para el politólogo colombiano Ángel Tuirán Sarmiento, un factor clave a tener en cuenta para analizar el panorama electoral que se perfila para América Latina durante el 2022 son los efectos que en cada país ha traído la pandemia y la respuesta de la ciudadanía frente a la gestión que cada gobierno ha tenido con la misma.
“La pandemia ha generado una crisis difícil de gerenciar, la cual ha agudizado unas problemáticas que ya estaban presentes en los países, las puso sobre la mesa y las hizo sentir con más fuerza”, afirma Tuirán.
Un ejemplo de esto es Chile, cuyo proceso de “izquierdización” comenzó desde antes de la pandemia y se cimentó en un descontento generalizado con el rumbo que el gobierno de Sebastián Piñera le estaba dando al país.
Aunque en Chile ya ha gobernado la izquierda, con Michelle Bachelet como su principal referente, la de Gabriel Boric es una izquierda mucho más radical, la cual se potenció durante las masivas movilizaciones sociales que se tomaron Chile a finales del 2019 y continuaron hasta bien entrado marzo del 2020, ya con el COVID-19 declarado pandemia mundial.
La primera victoria de esas manifestaciones fue la convocatoria de una Constituyente y el proceso terminó de consolidarse con la victoria de Boric frente al derechista José Antonio Kast. Tuirán destaca sin embargo que para asegurar dicha victoria el presidente electo debió moderar su discurso y hacer alianzas con los sectores más cercanos a la centro izquierda que representaba Bachelet.
El caso de Perú es también importante, pues pese a la victoria de Pedro Castillo contra Keiko Fujimori, en medio de una muy polarizada elección, el presidente ya en función está enfrentando serios problemas de gobernabilidad.
“No es solo llegar al poder sino hasta donde puede materializarse un gobierno de izquierda”, expresa sobre esto Tuirán.
Esta podría ser otra diferencia fundamental con este presunto nuevo “viraje a la izquierda”, pues durante la marea rosa la mayoría de los presidentes de izquierda contaban con mayorías en los parlamentos de sus países. Esta vez, la polarización que refleja cada elección presidencial también tiene sus efectos en la conformación de los órganos legislativos y por ende en la gobernabilidad de cada presidente.
Otro caso a destacar es el de Nicaragua, donde no hubo cambio de gobierno, pero el poder que mantuvo Daniel Ortega quedó fuertemente cuestionado a causa de un proceso electoral acusado de amañado, antidemocrático y falto de garantías.
Costa Rica: el primer pulso
La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica se llevará a cabo el próximo 6 de febrero en un panorama enrarecido por el aumento de casos de la variante Omicrón del coronavirus y una creciente apatía política que tiene al 41% de los votantes todavía indecisos a menos de un mes de los comicios.
Estas elecciones además presentan la particularidad de tener 25 candidatos en contienda, la mayor cantidad de candidatos presidenciales en la historia del país, por lo que lo más probable es que ninguno alcance el 40% de los votos totales necesarios para elegir presidente y los dos más votados definan la elección en una segunda vuelta el próximo 3 de abril.
Entre los candidatos destaca José María Figueres, quien fue presidente de Costa Rica entre 1994 y 1998, y aspira a la reelección por el Partido Liberación Nacional (socialdemócrata). Figueres, con una tendencia a la centro izquierda lidera la intención de voto con un 17,2% según una encuesta publicada el 15 de diciembre por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la estatal Universidad de Costa Rica.
A Figueres le sigue Lineth Saborío, exvicepresidenta entre 2002-2006, que es conservadora y representa al Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), con un 15,1% de apoyo. Y en un empate técnico con un 6,9%, 6,8% y 6,2% respectivamente, el pastor evangélico del Partido Nueva República, Fabricio Alvarado; el abogado izquierdista del Frente Amplio, José María Villalta; y el economista del Partido Progreso Social Democrático, Rodrigo Chaves.
Todos los demás “no son significativamente distintos de 0″, reseña la encuesta. Entre ellos destaca el candidato oficialista Welmer Ramos, que aspira por el Partido Acción Ciudadana del actual presidente Carlos Alvarado.
Aunque en Costa Rica no es claro que gane un izquierdista consumado, sí se reafirma la tendencia de votar por opositores al gobierno de turno.
*Con información de medios
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