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CHILE SE ALINEA A LA IZQUIERDA

Primera parte

Luego del histórico triunfo del izquierdista Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de Chile el pasado domingo 19 de diciembre, se ha vuelto a colocar en la palestra la izquierda de América Latina, que llegó al poder en gran parte del continente a principios del siglo. La agenda de este joven millennial de 35 años de edad promete rehacer a la nación andina y en ello pusieron su empeño los jóvenes que le dieron el voto de confianza y rápidamente comenzarán a exigir resultados. 

Gabriel Boric saltó a la fama en Chile hace diez años como un estudiante de cabello largo que lideraba manifestaciones masivas por una educación pública gratuita y de calidad. Este año se postuló para la presidencia con un programa en el que exigía un trato justo para más chilenos, así como incrementar las protecciones sociales para los pobres y aplicarles mayores impuestos a los ricos.

Ahora, después de haber ganado la presidencia —con más votos que cualquier otro candidato en la historia— Boric está listo para supervisar lo que podría ser la transformación más profunda de la sociedad chilena en décadas.

No solo quiere enterrar el legado de la dictadura del general Augusto Pinochet reformando el modelo económico conservador que el país heredó al final de su mandato en 1990. El gobierno de Boric también supervisará las etapas finales de la redacción de una nueva Constitución para remplazar la carta magna de la era de la dictadura que sigue definiendo a la nación.

Además está su personalidad: elegido a los 35 años, Boric será el presidente más joven en la historia del país cuando asuma el cargo en marzo. Nunca terminó la carrera de abogado porque las protestas se interpusieron. Habla de manera abierta sobre su trastorno obsesivo compulsivo. Y escandalizó a la política tradicional chilena al presentarse en su primer día como diputado en 2014 con una gabardina beige y sin corbata.

Para muchos chilenos, la victoria de Boric es la institucionalización natural del lamento generacional que ha resonado en todo el país durante al menos una década. Es visto como la voz de una generación que está dispuesta a romper con el pasado y que ha salido a las calles por decenas e incluso cientos de miles para reclamar un país más igualitario e inclusivo.

“Chile ya había cambiado antes de que Boric fuera elegido”, dijo Fernanda Azócar, de 35 años, una votante que participó en las protestas de 2006 y 2011 que duraron semanas. “Es solo que ahora tenemos un presidente que puede hacer que estos cambios sean permanentes”.

Un elemento central de las afirmaciones de los manifestantes ha sido la idea de que las promesas de los grupos gobernantes (que postulan el principio de que el mercado producirá prosperidad y que la prosperidad solucionará los problemas) les han fallado. Más del 25 por ciento de la riqueza producida en el país es propiedad del uno por ciento de la población, según datos de las Naciones Unidas. Los bajos salarios, los altos niveles de deuda y los fondos insuficientes de los sistemas de educación y salud pública han hecho que muchas personas sigan esperando una oportunidad.

Sobre esas protestas, y sobre la campaña presidencial, se cierne el legado de la sangrienta dictadura de Chile. El general Pinochet llegó al poder con un violento golpe de Estado en 1973, y sus años en el poder estuvieron ensombrecidos por informes de corrupción y represión, incluidas torturas y ejecuciones extrajudiciales.

Boric es hijo de la democracia chilena. Tenía solo cuatro años cuando el general Pinochet cedió el poder y no solía mencionar al general durante su campaña electoral. Pero, en muchos sentidos, su elección fue un rechazo total al dictador y lo que significaba para el país.

El general Pinochet fue el artífice tanto del modelo económico de libre mercado como de la Constitución que Boric y sus aliados han criticado durante mucho tiempo diciendo que ha favorecido a los ricos, y al sector privado, a expensas de todos los demás.

“Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, gritó Boric ante una multitud después de su victoria en las primarias a principios de este año.

Además, el hombre que Boric venció en las elecciones del domingo, José Antonio Kast, es hermano de un exasesor del general Pinochet que se ha pronunciado favorablemente sobre la dictadura y propuso duras medidas de seguridad que hicieron que muchos recordaran los días del gobierno militar.

Manuel Antonio Garretón, sociólogo y profesor de la Universidad de Chile, calificó la confluencia de la elección de Boric con el voto nacional para reescribir la Constitución como “el segundo momento más clave” para superar la dictadura, solo detrás del plebiscito de 1988 con el que los chilenos pusieron fin al régimen de Pinochet.

Boric nació en Punta Arenas, en la Patagonia, el 11 de febrero de 1986. Tiene dos hermanos menores, y proviene de una familia de clase media de origen croata, descendientes de inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX. Su padre y su abuelo trabajaron en la industria petrolera en la provincia de Magallanes.

Boric estudió en una escuela privada británica local, donde el gobierno de Pinochet se debatía abiertamente, lo que no sucedía en muchas partes de Chile.

Meses después de ganar su primer mandato en el Congreso, Boric describió su temprana determinación por entender la política. Venía de un entorno bastante protegido y su padre se ubicaba políticamente hacia el centro. Pero el dirigente afirma que cuando era un estudiante de secundaria en Punta Arenas comenzó a leer sobre los líderes revolucionarios y los procesos políticos. Fue un esfuerzo solitario: no tenía un grupo con el que pudiera hablar de política.

Entonces, cuando todavía estaba en la secundaria, decidió que quería ser miembro de un grupo de extrema izquierda que había apoyado la lucha armada, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria o MIR. Esa organización fue perseguida y reprimida durante gran parte de la dictadura. Entonces, Boric navegó por Google y encontró el correo electrónico de una de las pequeñas fracciones supervivientes del movimiento. Aunque escribió un correo preguntando cómo podía contribuir a la revolución, nadie le respondió.

En Punta Arenas, Boric ayudó a reiniciar la federación de estudiantes de secundaria de su ciudad. Luego, en 2004, se trasladó a Santiago, la capital, para estudiar derecho. Completó sus estudios en 2009, pero reprobó una parte del examen final, según dijo su hermano. Aunque podía volver a presentar el examen y obtener su título, pronto se vio envuelto en el activismo estudiantil y la política, y nunca regresó a clases.

En 2011, cuando los manifestantes salieron a las calles, para exigir una mejor educación pública, se postuló para la presidencia de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile y ganó, convirtiéndose en uno de los líderes clave del movimiento.

A partir de ese momento, se dedicó al trabajo político y se convirtió en uno de los cuatro líderes de las protestas estudiantiles que fueron elegidos para el Congreso en 2014.

Durante 30 años, dos coaliciones se han alternado el poder en Chile, pero Boric no está alineado con ninguna.

Boric ganó las elecciones con el 55 por ciento de los votos, 11 puntos por delante de Kast, lo que le otorga un fuerte respaldo popular para restructurar el país a la luz de sus promesas.

Entre otras cosas, el dirigente ha propuesto cambiar el sistema de pensiones privado a uno público, perdonar las deudas estudiantiles, aumentar la inversión en educación y salud pública, y la creación de un sistema de atención que aliviaría la carga de las mujeres que realizan la mayor parte del trabajo de cuidar a los niños, los parientes mayores y otras personas. También ha prometido restaurar el territorio de las comunidades indígenas y apoyar el acceso irrestricto al aborto.

Sin embargo, en el camino de la transformación que ha prometido se interponen grandes obstáculos.

Boric enfrentará una economía afectada por la pandemia, un Congreso dividido y las altas expectativas de los votantes: los de la izquierda, que lo apoyaron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y los del centro, que lo apoyaron en la segunda vuelta cuando su retórica se volvió más moderada.

“Tendrá que elegir entre ser moderado o radical”, dijo Patricio Navia, profesor de estudios políticos en la Universidad Diego Portales de Chile. “Independientemente de lo que elija, alienará a muchos votantes”.

Esta elección dejó claro que la mayoría de los chilenos exigen un cambio significativo, dijo José Miguel Vivanco, director de la división de las Américas de Human Rights Watch (quien también es chileno).

La pregunta es qué viene después, dijo, porque Boric “será juzgado en función de si tiene la capacidad para cumplir”. *Con información de The New York Times

Opinion.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1 

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