mañanera claudia sheinbaum

“Cruzar México no es nada fácil, se sufre, se llora y nos atosiga el hambre”

Un joven nicaraguense narra la difícil situación que viven los migrantes al cruzar por territorio mexicano, donde huyendo de su país natal por la violencia se topan con una nueva ola que los deja golpeados y sin dinero.

“Cruzar territorio mexicano no es nada fácil, se sufre mi hermano, se llora, nos atosiga el hambre, soportamos fríos, aguantamos la sed, en momentos el cansancio nos vence y permanecemos dormidos en cualquier parte, en cualquier banqueta, caminamos sin dinero, con muy poca ropa, con zapatos rotos, en Chiapas tuvimos problemas con la policía, llegamos aquí a Nayarit y no nos molestan, pero seguimos sintiendo hambre”, expresó en entrevista el joven nicaragüense de nombre Maudiel Melina, quien en estos momentos se encuentra en el albergue provisional que el INM instaló en las esquinas de la avenida Rey Nayar y Miguel Lebrija en la colonia Provincia. 

El entrevistado reveló que abandonó su país porque en Nicaragua no hay trabajo, ni dinero: “en mi país hay mucha violencia, mucha muerte,  allá por una moneda te matan y  si no estás bien con el gobierno nicaragüense te encierran,  pero aquí en México también hay violencia, aquí te roban cuando vienes cruzando a México y  si no traes dinero para pagar te golpean, si te encuentras a los delincuentes y no traes plata te golpean, te secuestran y te encierran, te dejen sin comer tres, cuatro o cinco días, te amarran y hacen la lámpara (Sic) que te van ayudar, te piden los números de celular de tu familia, pero no te ayudan, a la familia le llaman para pedirles plata, a veces te dejan libre cuando se dan cuenta que no hay plata, porque le hablan a la familia pero cuando ven que no pueden sacar nada de plata te dejan libre, pero antes te golpean con tablas, si eres joven logras sobrevivir, pero si eres muy viejo no la libras, muchos quedaron allá tirados”, aseguró el joven nicaragüense.  

Al cuestionarle cómo lo trataban en el estado de Nayarit, sobre todo en la capital del estado, el joven Maudiel Melina dijo que no podía decir nada porque si lo descubrían conversando mal de México o de los mexicanos existía el riesgo de que lo deportaran a su país en avión: “y aquí estamos esperando un camión que nos va llevar más pal norte, dicen que ya casi vamos a la mitad de México, por eso no puedo hablar mal de nadie mí hermano, pero seguimos siendo hambre y frío”.  

Ante esta respuesta, tratamos de entrevistar a uno de los uniformados que se encontraban acomodando a los migrantes en las puertas principales del Instituto Nacional de Migración, pero una mujer con el peculiar acento de la Ciudad de México, expresó que bajo ninguna circunstancia ellos podían dar una declaración al respecto, porque su “jefes superiores” no les tenían autorizado.

Al cuestionarle a la dama qué tipo de alimentos le ofrecían a los migrantes, la mujer repitió su respuesta; “no te puedo decir nada porque todo lo que te diga lo vas a utilizar”, ante la poca disposición de la empleada federal de revelar datos nos retiramos del lugar.

Es importante mencionar que por las calles de la zona apreciamos a decenas de hombres y mujeres  de color, (dicho con mucho respeto),  ingresando a las tiendas de la zona y a los restaurantes  que se ubican por la avenida Rey Nayar, solicitando empleo a cambio de “un poco de comida”.    

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