mañanera claudia sheinbaum

RIDICULO

Recientemente, líderes de todo el mundo se reunieron  en Reino Unido en la cumbre sobre el clima de la ONU, la COP26, en un último esfuerzo por mantener el calentamiento global en 1.5 grados centígrados en este siglo. 

La cumbre anual -organizada por las Naciones Unidas, y pospuesta el año pasado debido a la pandemia de coronavirus- es una reunión en la que representantes diplomáticos de varios países negocian tratados destinados a ralentizar los peligrosos cambios en el clima del planeta. En 2015, esos países firmaron el Acuerdo de París -un tratado no vinculante que tiene por objetivo mantener el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a la temperatura de la era preindustrial, idealmente en 1.5 grados-, a pesar de que continúan quemando combustibles fósiles y talando árboles en cantidades incompatibles con dicho objetivo. 

Ahora, con los efectos ya visibles del cambio climático tanto en los países ricos como en los países pobres, se realizó la que los analistas consideran la conferencia más significativa desde la firma del Acuerdo de París. El cambio climático ha trepado en la agenda política en medio de fenómenos climáticos extremos y protestas públicas masivas, y los líderes de varios países contaminantes se han comprometido a descarbonizar sus economías para mediados de este siglo. 

En las últimas dos décadas pasamos de enfrentar el cambio climático a vivir en estado de emergencia climática y ese es exactamente el motivo por el cual la COP26 era considerada la “clave”. Con el Acuerdo de París, los líderes mundiales eligieron la velocidad a la que sus países reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero. Acordaron actualizar sus planes de acción cada cinco años. 

Pero unas pocas semanas antes de la COP26 en Glasgow, aún faltaban los planes de los países que más CO2 emiten, como China, India y Arabia Saudí. Un informe de septiembre de 2021 de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), responsable de organizar las negociaciones climáticas, reveló que solo hay planes actualizados para cerca de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. 

Reino Unido, que es coanfitrión de la cumbre junto con Italia, presionó a los países a entregar sus nuevos planes e instó a que se realicen acuerdos concretos que ayudarían a lograr esos objetivos. El primer ministro británico, Boris Johnson, llamó a los líderes mundiales a cumplir compromisos audaces sobre “carbón, automóviles, dinero en efectivo y árboles”. 

Gran Bretaña está impulsando un tratado que “catapulte el carbón a la historia”, y propuso una fecha límite hasta 2040 para dejar de vender automóviles con motor a combustión. También quiere invertir más dinero para frenar la deforestación. Uno de los temas principales de la agenda fue cuánto dinero enviarán los países ricos -mayormente responsables de la polución de la atmósfera- a los países pobres, que son los más golpeados por el cambio climático. 

En 2009, los países ricos acordaron aportar 100,000 millones de dólares por año para la financiación de la protección climática hasta 2020. Pero en 2019 fallaron en cumplir ese objetivo por unos 20,000 millones, después de recolectar solo  79.6 millones, de acuerdo con las  estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En esos diez años, la temperatura promedio de la Tierra aumentó tanto que la última década fue la más calurosa jamás registrada. 

Según analistas, el fracaso en pagar lo acordado a los países pobres es importante por dos razones. Primero, porque ese dinero se necesita, aunque no sea suficiente para cubrir los costos del cambio climático ni la transición hacia las energías renovables. Y segundo, porque se trata de un asunto diplomático. Cualquier negociación internacional está basada en crear confianza. La entrega de menos de la suma acordada de 100,000 millones de dólares, obviamente, está haciendo que esa base de confianza se desmorone en cierta medida. Los países más vulnerables para el cambio climático llamaron a que se les preste más atención -y se les de fondos- para poder adaptarse a los efectos de la crisis climática. 

Más allá de eso, también hay detalles técnicos del Acuerdo de París que aún deben cimentarse antes de que entren en vigor. Eso incluye normas en torno al mercado global del carbono -la manera en que los países comercian emisiones a través de las fronteras y las compensan mediante inversiones en proyectos que reducen la polución- así como la forma en que deberían reportar formalmente las reducciones de sus emisiones. Las conversaciones principales, han reunido a líderes mundiales, científicos, empresarios y grupos de la sociedad civil. Delegados de los países más pobres advirtieron sobre restricciones de viaje, la falta de vacunas contra el COVID-19 y sobre costos de alojamiento que podrían dificultar y hasta impedir su llegada a la cumbre. Eso podría hacer más difícil responsabilizar a los ricos contaminadores históricos del planeta. 

En la última COP, en Madrid, en 2019, las conversaciones se demoraron dos días porque los frustrados negociadores batallaron en torno a un compromiso para reducir las emisiones y no lograron cerrar un acuerdo sobre los mercados de carbono. 

Hasta ahora, las cumbres climáticas no han logrado que los países rindan cuentas. 

Esta Cumbre del clima busca también que en países como China, Japón, Sudáfrica, India y México se cancelen inversiones públicas y subsidios a combustibles fósiles, refinerías de petróleo, y termoeléctricas de carbón y combustóleo, y se reorienten hacia la transición energética. Un componente esencial, entre los objetivos de Cumbre, ha sido la promoción de las llamadas Soluciones Naturales al calentamiento global, como es el caso de la restauración a gran escala de bosques, selvas y humedales capaces de capturar el CO2 de la atmósfera y de recuperar la biodiversidad.

Igualmente, la Cumbre ha perseguido que los planes de rescate económico a partir de la pandemia de Covid-19 se destinen hacia las energías limpias, la electrificación, las nuevas tecnologías, y la restauración de ecosistemas, cosas que tienen una gigantesca capacidad de generación de empleos y de inducir un crecimiento económico acelerado. 

Este es el contexto que ilumina la terrible y demencial regresión energética, ambiental y climática en la que está enfrascado el gobierno mexicano, que trata frenéticamente de restablecer monopolios y de incrementar la producción de combustibles fósiles y la generación de electricidad con combustóleo, y de destruir empresas y proyectos de energías renovables.

Peor aún, es un gobierno trastornado, que despliega programas masivos de subsidios clientelares corruptos y discrecionales que provocan deforestación. De manera patética, el gobierno mexicano pretende extender el ominoso programa sembrando vidas a Centroamérica, imponiéndolo a Estados Unidos como precondición migratoria (lo cual, por supuesto, ya ha sido rechazado categóricamente por el gobierno norteamericano).

El gobierno mexicano se ha convertido en paria y hazmerreir internacional al enviar al Acuerdo de París una propuesta cínica que plantea ¡más combustibles fósiles y más emisiones. El presidente López y sus inefables funcionarios hicieron un ridículo histórico en la Cumbre Climática, ensuciando el prestigio multilateral de México, y provocando un estrepitoso fracaso diplomático,  evidenciando el terrible nivel de ineptitud y destrucción que vive nuestro país. 

opinión.salcosga@hotmail.com 

@salvadorcosio1 

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