Afganistán sigue estando en el centro del debate internacional, 95 países se han comprometido a garantizar la salida de gente de esa nación convulsa.
Países del orbe buscan que los talibanes cumplan la promesa de dejar salir tanto a extranjeros como afganos incluso después de la partida de las tropas estadounidenses.
Entre las naciones que firmaron el documento se encuentran Alemania, España, Francia, el Reino Unido y el propio Estados Unidos. Además, prometieron que seguirán emitiendo los documentos necesarios para que esas personas puedan salir de Afganistán y dijeron que tienen la “clara expectativa” de que los insurgentes respetarán esos documentos y les permitirán viajar.
Cabe mencionar que países como China y Rusia no se encuentran entre los signatarios. Asimismo, uno de los negociadores de los talibanes, Sher Mohammad Abbas Stanekzai, anunció el viernes que el grupo no impedirá que nadie deje el país y prometió que los afganos podrán viajar de manera libre.
El asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, dijo el domingo que los ciudadanos estadounidenses que hayan optado por permanecer hasta ahora en Afganistán “no se quedarán atrapados”.
Aunque aún son muchas las incógnitas sobre el régimen que quieren implantar los talibanes ahora que han recuperado el control del país y las tropas estadounidenses aceleran su caótica retirada, una cosa está clara: la República Islámica de Afganistán pasó a la historia.
La salida del país de su presidente, Ashraf Ghani, y la caída de Kabul en manos del talibán son ya el primer capítulo de una nueva era, la del emirato islámico que los insurgentes planean implantar en Afganistán.
De hecho los talibanes se definen a sí mismos como el Emirato Islámico de Afganistán. Bajo esa denominación firmaron el Acuerdo de Doha de 2020, que supuso el preámbulo para la retirada de Estados Unidos, y sus portavoces la han repetido en los últimos días.
El nuevo régimen contuvo las protestas en ciudades como Kabul, Jalalabad y Asadabad, donde los manifestantes fueron reprimidos a tiros mientras enarbolaban la bandera de la República, que los talibanes han decidido sustituir por la suya propia.
El cambio de nombre encierra implicaciones políticas, ideológicas y religiosas que podrían tener profundas consecuencias para los afganos y para las relaciones de su país con el resto del mundo islámico y la comunidad internacional en general.
Qué es un emirato y qué significa? este tipo de Estado se concentra en la zona del Golfo Pérsico. Qatar y Kuwait son emiratos. Emiratos Árabes Unidos, como su propio nombre indica, una federación de ellos.
Al contrario de lo que sucede en las repúblicas, donde el presidente no ostenta el liderazgo religioso, en el emirato “el poder político y el religioso están vinculados en la figura del emir.
La imbricación entre el poder político y el poder religioso son habituales en muchos países musulmanes.
El Estado Islámico dice que tiene un plan para conquistar el mundo y asegura que su califa ejerce el poder sobre todos los musulmanes allí donde se encuentren. Los talibanes se consideran una unidad política independiente que comprende solo a quienes viven en el territorio de Afganistán. El califato viene del periodo de los llamados cuatro califas ortodoxos, cuando el islam estuvo regido por los descendientes directos del profeta Mahoma en el siglo VII.
El líder de Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi, define a su organización como un califato.
Cuando ese califato unificado se disgregó, empezaron a surgir emiratos y también sultanatos. El de sultán, es un título que tiende a privilegiar el aspecto militar del liderazgo.
¿Cómo se llevará entonces el emirato de los talibanes en Afganistán con el califato universal que sueñan construir los yihadistas de Estado Islámico?
Especialistas concluyen que ambos grupos se ven como rivales.
En ese contexto, algo que ocurrió el jueves 25 de agosto en el aeropuerto de Kabul.
Al menos 90 muertos en ataques en las afueras del aeropuerto de Kabul que se atribuye Estado Islámico
Esa rivalidad es una de las esperanzas a las que se aferra la diplomacia estadounidense para creer en la promesa talibán de que impedirán que el territorio afgano se utilice para lanzar ataques contra intereses occidentales.
La elección de un modelo como el emirato hunde sus raíces en la propia tradición política de los talibanes. De hecho, el Mulá Omar, líder del régimen talibán hasta que la invasión estadounidense provocó su caída en 2001 ostentaba el título de emir.
Pero la tradición del emirato en Afganistán es mucho más antigua que el movimiento talibán. El título se utilizó por primera vez en Afganistán en el siglo XIX. Hasta entonces, los líderes habían recibido el título de sha, pero surgió una disputa política, porque para ser sha se requería ser descendiente de Ahmad Sha Durrani” (1722-1772) , fundador del imperio afgano y considerado el padre del Afganistán moderno.
El último rey de Afganistán, Mohamed Zahir Shah, fue derrocado en un golpe de estado en 1973. Cuando un nuevo grupo procedente de un linaje diferente se hizo con el poder, empezó a adoptar el título de emir como manera de conseguir un estatus político.
Afganistán tuvo después otros regímenes políticos, como la monarquía constitucional de Mohamed Zahir Shah, derrocada por un golpe de estado en 1973, y la república islámica instaurada tras la invasión estadounidense de 2001, pero los talibanes siempre soñaron con restaurar el viejo emirato.
Ahora es inevitable que lo consigan, aunque muchos afganos teman que eso signifique el regreso al régimen violento y opresor de las mujeres que sufrieron en la década de 1990.
Una de las preguntas que todo el mundo se hace ahora es cómo será el nuevo emirato.
Los talibanes ya han mostrado su intención de cambiar la bandera del país y dan por fundado el emirato.
La Constitución aprobada en 2004, bajo la ocupación occidental, que declara a Afganistán como una “República Islámica” y establece un “orden basado en la voluntad popular y la democracia”, ya es letra muerta.
Seguramente no van a redactar una nueva Constitución, porque para ellos basta con la sharía o ley islámica, pero en Afganistán no va haber más elecciones, porque para los talibanes la legitimidad del gobierno no nace de la voluntad del pueblo, sino de la “voluntad de Dios”.
Sin embargo, eso no significa que el emir vaya a tener un poder absoluto ni que pueda imponerse sin negociación.
Afganistán tiene una gran diversidad étnica y es probable que veamos una elección a través de “comités de notables” que representen a las diferentes tribus del país.
Los pronósticos apuntan al Mulá Abdul Ghani Baradar, lugarteniente del Mulá Omar y quien encabezó la negociación del Acuerdo de Doha con Estados Unidos, como el probable elegido, pero esa es una de las muchas incógnitas aún por despejar.
¿Jugarán algún papel las mujeres en esa negociación por el poder? De momento no se las ha visto en ninguna mesa y el pasado da pocos motivos para pensar que vaya a ser así. Solo con que se permita a las niñas estudiar y a las adultas trabajar ya supondrá un cambio respecto al periodo talibán anterior.
Pero, pese a las escenas de caos de la retirada,los 20 años de intervención liderada por Estados Unidos podrían haber inducido cambios duraderos en el país con los que el nuevo poder talibán tendrá que lidiar.
Si los talibanes vuelven al machismo y la brutalidad integrista que horrorizaron al mundo antes de 2001 será difícil que obtengan el reconocimiento internacional que parecen estar buscando, y eso tendría consecuencias diplomáticas y económicas para su régimen.
@salvadorcosio1