Noticias Nayarit
Search
Close this search box.

RADIO NAYARIT EN VIVO

¿ESTADOS UNIDOS PERDIÓ LA GUERRA?

Primera parte

“Lo que ha hecho Joe Biden en Afganistán es legendario. Quedará como una de las mayores derrotas de la historia de Estados Unidos”, ha dicho este domingo el ex presidente de los Estados Unidos de América del Norte, Donald Trump, luego de que su sucesor Joe Biden, determinara el retiro de las tropas norteamericanas de territorio afgano, en fecha programada para el 11 de septiembre próximo, justo cuando se cumplirán 20 años del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York que motivó la invasión.

Desde ahora, ya se menciona esta decisión del presidente demócrata de nuestro país vecino del norte como la peor de su gobierno en política exterior.

Lo cierto es que el triste giro que ha dado Afganistán es visto con asombro y miedo por el mundo entero. Después de 20 años de gozar de libertad, ese pueblo vuelve a caer sometido ante el régimen extremista de los talibanes. Muchos quieren buscar culpables y el primero que se asoma en este momento es el gobierno de Joe Biden.

La presión internacional es tal, que el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, rechazó el domingo las comparaciones entre la situación en Kabul y la caída de Saigón en Vietnam en 1975, y reiteró que Estados Unidos había “logrado sus objetivos” en la guerra de Afganistán.

Joe Sopel, editor de Norteamérica BBC, publicó un artículo en el que recapitula lo que motivó esa guerra, y lo que puede devenir tras el retiro de las tropas norteamericanas. Aquí comparto el texto íntegro:

Qué podría salir mal de la decisión de Joe Biden de retirar las tropas de combate estadounidenses de Afganistán justo el 11 de septiembre de 2021, exactamente 20 años después del ataque a las Torres Gemelas?

En los Estados Unidos de hoy en día, a menudo se tiene la sensación de que todos los caminos conducen al 11 de septiembre, el acontecimiento más determinante -y doloroso- desde Pearl Harbor, el sorpresivo ataque de los japoneses en el Pacífico, que acabaría llevando a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial.

Y así fue como el 11 de septiembre condujo a la guerra más larga que haya protagonizado este país en la historia. El ataque a las Torres Gemelas, el avión que se estrelló contra el Pentágono y el que se estrelló en un campo de Pennsylvania desataron el nacionalismo estadounidense.

Los jóvenes -de hecho, personas de todas las edades- acudían a las unidades de reclutamiento para alistarse. Estados Unidos había sido atacado; estos patriotas querían luchar para defender el país, la “tierra de la libertad”, y vengarse de quienes quisieron hacer daño a Estados Unidos.

Y no hay que confundir esto con una especie de patrioterismo irracional. No era eso. Conocí a muchas personas -no sólo estadounidenses-, que si bien eran de tendencia liberal y no eran grandes admiradores de todo lo que hacía Estados Unidos, tenían la sensación visceral de que éste era un momento para apoyar al equipo.

¿Estabas del lado del Estado de derecho, de las elecciones libres y justas, del debido proceso, de la igualdad de género, de la educación universal? ¿O estabas del lado de los que estrellaban aviones contra edificios, o apedreaban a la gente hasta la muerte, o arrojaban a los homosexuales desde los edificios, o negaban la escolarización de las niñas?

Si esto parece una simplificación excesiva, tal vez lo sea, pero cuando ocurrió el 11 de septiembre, así es como muchos lo veían.

 

DE CRUZADA NACIONAL A

“GUERRAS INTERMINABLES”

 

Pero en 2016 las guerras exacerbadas por el nacionalismo ya habían perdido su fuerza.

Y fueron uno de los factores que llevaron a la elección de Donald Trump: el cansancio de las “guerras interminables”, que era como el candidato Trump se referiría a los atolladeros en que se convirtieron los conflictos de Afganistán e Irak para ese momento.

Los estadounidenses querían, comprensiblemente, levantar el puente levadizo: traer las tropas a casa, dejar que la gente de esos países resolviera sus propios problemas y renunciar finalmente a la idea de que el modelo estadounidense de democracia liberal era un producto exportable que podía imponerse. La cruzada liberal intervencionista había terminado.

Trump, de haber ganado en noviembre pasado, habría retirado las tropas estadounidenses probablemente más rápido. Joe Biden espera cumplir la promesa de Trump de retirarse.

Pero en términos políticos lo más pragmático habría sido seguir firmando cheques para pagar la permanencia de los militares estadounidenses en Afganistán durante un año más. Y luego otro. Y quizá otro después.

La presión política para retirarse no era abrumadora. Los altos mandos de la Defensa, el establishment de la política exterior y los aliados de Estados Unidos en el extranjero pensaban que cualquier cosa que no fuera el statu quo en Afganistán sería una imprudencia.

Pero una pregunta carcomía la mente del nuevo presidente Biden, y era la que planteaba Hillel el Viejo en los tiempos bíblicos: “Si no es ahora, ¿cuándo?”

Biden -que en 2009 aconsejó al presidente Barack Obama de no enviar más tropas, y no le hizo caso- se decidió por él ahora. Y retirará las tropas de Afganistán. Y esa bien podría ser la decisión más trascendente de su presidencia.

 

20 AÑOS…

¿PERDIDOS?

 

Cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas, yo era corresponsal de la BBC en París, y estaba en el norte de Francia camino a un centro de refugiados que iban camino a Reino Unido. Estaba conduciendo hacia Calais cuando recibí la llamada de un colega diciéndome que parara en la estación de servicio más cercana para ver la televisión, y enterarme de lo que estaba ocurriendo.

No sabíamos qué pasaría después, ni dónde acabaríamos. Un año después del optimismo del nuevo milenio había un nuevo relato y no era precisamente feliz: la guerra contra el terrorismo, un choque de civilizaciones. Llámelo como quiera.

Merece la pena recordar por qué Estados Unidos, el Reino Unido y otros países entraron en Afganistán. Los talibanes se habían convertido, en efecto, en una escuela para los islamistas que querían librar la Yihad contra Occidente.

Los aspirantes a Al Qaeda iban al país a entrenarse para la guerra santa. Los terroristas del 11 de septiembre habían perfeccionado sus habilidades y tramado su plan allí. La eliminación de los talibanes y la lucha contra Al Qaeda se convirtieron en elementos críticos para la seguridad mundial.

A las pocas semanas del 11 de septiembre, yo estaba en el norte de Afganistán. Nos desplazábamos con las tropas de la Alianza del Norte, apoyadas por Estados Unidos y el Reino Unido, mientras la coalición internacional expulsaba a los talibanes del poder.

El primer día lo pasamos viajando desde Khoja Bahauddin, entonces cuartel general de la Alianza del Norte, por una carretera en la que los talibanes habían matado a varios periodistas en una emboscada dos días antes.

Después de una noche terminamos en un pueblo llamado Taleqan. El orden talibán había caído la noche anterior a nuestra llegada. Una de las fotos emblemáticas fue la de un aula de una escuela de niñas que se había convertido en un depósito de armas para los cohetes talibanes, que en su precipitada retirada dejaron atrás.

El último bastión de los talibanes en ese momento fue Kunduz, un corredor de comunicación vital entre las ciudades de Kabul y Mazar-i-Sharif, y la frontera con Uzbekistán, al norte.

Ahora, tanto Taleqan como Kunduz han vuelto a estar bajo el control de los talibanes, y un tercio de las capitales regionales del país están bajo su control.

Y esto plantea un dilema muy incómodo para Joe Biden y su política de “si no es ahora, ¿entonces cuándo?”.

Veinte años después y tantas vidas perdidas, y tantos miles de millones de dólares gastados, ¿para qué ha servido? ¿Qué se ha conseguido? ¿Qué se les dice a las familias de todos esos militares asesinados por los talibanes que ahora Estados Unidos se rinde?

¿Qué va a impedir que los grupos extremistas vuelvan a establecer sus campos de entrenamiento de la yihad? En la audiencia del Consejo de Seguridad de la ONU del pasado viernes se informó que hasta 20 grupos diferentes de extremistas, en los que participan miles de combatientes extranjeros, ya están luchando con las fuerzas talibanes.

Opinion.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1

MÁS NOTICIAS