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China y el COVID-19, bitácora de una pandemia

La nueva cepa de coronavirus fue descubierta por científicos de China el 9 de enero de 2020, a partir de un misterioso brote de neumonía en Wuhan, capital de la provincia de Hubei. Se detectó que 59 personas estaban infectadas.

El 11 de enero, la Comisión de Salud Municipal de Wuhan reportó la primera muerte por el nuevo coronavirus. Días después, al aumentar las muertes a cuatro, el presidente Xi Jinping ordenó “esfuerzos decididos para frenar la propagación del virus”.

Algunos científicos de la Comisión Nacional de Salud de China (NHC) confiaban en ese entonces en que no se repetiría la gravedad de la epidemia del síndrome agudo respiratorio grave (SARS) de 2003, que dejó 813 muertes en el mundo, principalmente en China. Sin embargo, los impactos serían mayores.

El 22 de enero, Wuhan fue declarada en cuarentena. Los accesos a la ciudad se cerraron y todos los servicios de transporte se suspendieron. Las autoridades informaron que un mercado de mariscos en Wuhan fue el principal foco de infección.

Un día después, otras dos ciudades fueron selladas: Huanggang y Ezhou. Trece ciudades más serían cerradas y más de 40 millones de personas aisladas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó la primera reunión de emergencia para abordar el nuevo virus el 23 de enero. La cifra de muertos en china en ese momento era de 17 y los casos habían escalado a 571 en 25 provincias y regiones del país.

Cuando los contagios alcanzaron los mil 287 y las víctimas mortales eran 41, China restringió viajes en 18 ciudades de Hubei. Con ello, se impidió la movilización de cerca de 56 millones de personas.

El presidente aceptó, entonces, que el país vivía una grave situación y rápida propagación del virus. Creó un grupo especial para la crisis y comunicó la agilización de recursos para atender la emergencia. Envió 450 médicos militares a Wuhan. En total, durante estos meses envió a 42 mil trabajadores sanitarios a Hubei, de acuerdo con Xinhua.

El ocultamiento versus la transparencia

El 29 de enero, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, convocó nuevamente al Comité de Emergencia para determinar si el brote constituía una emergencia de salud pública a nivel internacional.

Entonces, Ghebreyesus lamentó que en días anteriores hubiera considerado como “moderado” el riesgo global sobre el COVID-19.

Paralelamente, el periódico Le Monde reveló que el comité de emergencias de la OMS no activó la alerta internacional de salud por el COVID-19, debido al rechazo de China, así como por presiones hacia miembros del comité y de la misma dirección general.

Durante la epidemia de SARS en 2003, el gobierno chino fue criticado por tardar en emitir alertas e incluso intentar esconder la dimensión del problema.

Con el nuevo coronavirus, Xi Jinping intentó contrarrestar la imagen de opacidad del gobierno chino. Aseguró que su administración “siempre ha compartido información de forma oportuna, abierta, transparente y responsable”.

El representante de la OMS en China, Tan Desai, respaldó a Jinping y dijo que el mandatario mostraba “una firme determinación política al difundir los datos e identificar patógenos en un tiempo récord”.

El caso de la muerte del médico Li Wenliang por COVID-19, ocurrida el 7 de febrero, generó indignación en el mundo.

Wenliang formaba parte del primer equipo de médicos que en diciembre intentó alertar a la población sobre el nuevo virus en Wuhan, pero fue silenciado por la policía. A la fecha, el caso de Li genera críticas al sistema político chino y es un referente sobre los intentos iniciales de China por ocultar el problema.

El 29 de enero, cuando iban 132 personas fallecidas, el gobierno comenzó la construcción de dos hospitales de emergencia en Wuhan para atender casos de coronavirus.

La agencia oficial de noticias china, Xinhua, aseguraba que científicos de todas las áreas, de todo el país y de diversos centros de investigación se habían unido al combate a la epidemia.

El 30 de enero, la OMS declaró emergencia global por el coronavirus. También expresó que confiaba en la capacidad de China para contener la enfermedad.

La aceleración del coronavirus

Para el inicio de febrero, la NHC informó que ya iban 304 fallecimientos y que los casos confirmados habían aumentado hasta 14 mil 551. Solo en Hubei estaban confirmados nueve mil 74 casos.

Tan solo tres días después, los decesos en China aumentaron a 426 y los casos a 20 mil 622. Estudios de científicos chinos apuntaron a los murciélagos como origen del coronavirus, con un posible animal intermediario que transmitiera el virus a humanos.

El 7 de febrero, Wuhan intensificó las medidas para combatir el COVID-19. Éstas incluían el confinamiento masivo de personas con síntomas, así como visitas casa por casa para tomar la temperatura corporal.

El periódico The New York Times denunció que los lugares donde se ponía en cuarentena a la población de la ciudad eran improvisados y carecían de lo necesario para atender a los enfermos. Los casos habían crecido a más de 34 mil.

El rotativo aseguró que el miedo se intensificaba y que la situación se había salido de control. Más medios internacionales criticaron el creciente número de casos que ya se multiplicaba con mayor velocidad que en enero, duplicándose cada cuatro días.

Para el 11 de febrero, los muertos superaron los mil en China y los casos se elevaron a 42 mil 638. A mediados del mes, China comenzó a utilizar el Interferón Alfa 2B, medicamento proveniente de Cuba, para tratar los casos de COVID-19.

Después, al interior de Hubei, los casos diarios de contagio registraron una baja de 55 por ciento en menos de una semana.

La economía del país, sin embargo, ya registraba afectaciones. Los pequeños productores y comerciantes advirtieron al gobierno sobre pérdidas que el COVID-19 había dejado a sus negocios.

El autoempleo se paralizó. El comercio minorista y el entretenimiento eran los principales afectados, de acuerdo con el Atlantis Finance Research Institute.

El 16 de febrero, cuando los casos confirmados en el país ascendieron a 70 mil 548 y los fallecidos a mil 770, el presidente Xi Jinping culpó a las autoridades de Hubei de no atender la orden de contener el brote de coronavirus que, aseguró, dio desde el 7 de enero.

Xi dijo que fue hasta el 22 de enero cuando la provincia tomó las medidas necesarias.

La inflexión

Por primera vez, el 18 de febrero los nuevos casos diarios confirmados de COVID-19 en el país se redujeron a menos de dos mil. El número de muertes en un día cayó a menos de 100.

El gobierno aseguró que se trataba de una tendencia positiva. Sin embargo, aún faltaba camino para llegar el momento de la inflexión, pues el 19 de febrero las muertes por COVID-19 rebasaron los dos mil casos en la nación asiática.

Para el día 21 de febrero, China aseguró tener “bajo control” el brote de coronavirus y que la situación estaba mejorando. La cantidad de casos nuevos confirmados en 24 horas cayó del máximo de 15 mil 152 en un día, a menos de 900.

La ciudad de Wuhan no registró ningún nuevo caso confirmado de la enfermedad el 19 de marzo. A nivel nacional se registraron 34 nuevas infecciones, aunque ninguna de tipo doméstica.

El 26 de febrero, la Organización Mundial de la Salud informó que la mayoría de los casos nuevos estaban fuera del país donde se originó el brote. Los últimos días de febrero los casos de contagio llegaron a 79 mil.

A partir de entonces, la cifra de casos comenzó a contenerse y hasta la fecha no rebasa los 81 mil en total. Las muertes totales dentro China, desde el inicio de la epidemia, se ubican en tres mil 248.

El 6 de marzo, China anunció que no se reportaron más casos de Covid-19 en la provincia de Hubei en dicho día, con excepción de Wuhan. Las muertes fuera de China ya superaban las sucedidas al interior, pues 30 ocurrieron en el país y 60 en otras naciones.

Para el día 10, el presidente visitó Wuhan, epicentro del brote. El acto fue interpretado por la prensa internacional como un intento del Partido Comunista de enviar un mensaje de triunfo. “Remontamos la ola”, dijo Xi.

En 17 de marzo China reportó un caso de infección local y 13 muertes por COVID-19. Los 21 casos nuevos fueron confirmados en personas provenientes del extranjero, aseguran las autoridades.

Para el día 19, la ciudad de Wuhan aseguró que no registró ningún nuevo caso de la enfermedad en el día. Asimismo, este 20 de marzo la agencia Xinhua aseguró que están regresando a casa 12 mil trabajadores médicos que fueron enviados a Hubei.

De acuerdo con expertos consultados por la prensa internacional, uno de los factores que funcionaron en este país para contener la enfermedad es la movilización de los servicios públicos, lo cual incluye al ejército.

Rafael Villasanjuan, director de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal, dijo a El Independiente que el régimen chino actuó por imposición y con el ejército para evitar cualquier disidencia y que la gente no obedeciera la cuarentena.

El sistema de vigilancia de la cuarentena también rastreó a los ciudadanos a partir de la tecnología.

En los sistemas democráticos occidentales no cabe este modelo coercitivo, considerado como autoritario.

Los efectos

De acuerdo con declaraciones de Shu Zhaohui, ministro de Industria y Tecnología de China, a finales de febrero, la crisis global por coronavirus generó interrupciones sin precedentes en la producción de compañías extranjeras que hay en China, por lo cual Zhaohui asegura que aún no se conocen los daños específicos que el COVID-19 pudiera ocasionar a la economía del país y del mundo.

Sin embargo, un analista de riesgos de China, Kent Kedl, dijo al South China Morning Post que todo el país dejó de proveer recursos. “Todo el país se fue abajo“, mencionó. Para el fin de febrero, solo un tercio de pequeños negocios en el país daban servicio.

Asimismo, de acuerdo con datos de la Administración General de Aduanas de China, las exportaciones e importaciones se desplomaron los primeros dos meses del año por el impacto del COVID-19. En comparación con el mismo periodo de 2019, cayeron 17.2 por ciento.

En tanto, de acuerdo con el South China Morning Post, el comercio exterior cayó 11 por ciento. China registró un déficit comercial de 7.09 mil millones de dólares en los primeros dos meses del año, en comparación con el superávit de 41.45 mil millones en el mismo periodo de 2019.

 

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