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FARC ¿retorno a las armas o vuelta al narcotráfico?

La vuelta a las armas de un grupo disidente de las otrora guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pretende ser el aparente fracaso del proceso de paz en ese país y que persisten las causas del conflicto bélico de más de medio siglo, sin embargo los motivos principales pueden ser otros, como el lucrativo negocio del narcotráfico.

La insurgencia armada en Colombia surgió a medidados de los años 50 del siglo pasado encabezada por Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo”, luego del “Bogotazo” en 1948, cuando fue asesinado el político liberal Jorge Eliécer Gaytan.

De origen humilde, Marulanda junto con campesinos liberales y grupos de la izquierda formaron al principio milicias armadas de autodefensa, pero al correr del tiempo el movimiento fue creciendo hasta convertirse en guerrilla rural que se convirtió en la más amplia y antigua del continente.

En los años 60 con el auge de la triunfante Revolución Cubana y tras la constante represión de las fuerza del Estado colombiano, la guerrilla ya definida de izquierda formó a las llamadas FARC, las cuales se autodefinían como una organización político-militar comunista en lucha por el socialismo.

La guerrilla de los “farianos”, como se les conocía popularmente, fue creciendo con gente de izquierda que no encontraba alternativa política democrática y se radicalizaba hacia las armas.

Por otra parte campesinos de las zonas rurales engrosaron sus filas, unos por voluntad y otros por reclutamiento forzado hasta llegar a contar con miles de combatientes.

Sin embargo, la dinámica de la lucha reivindicativa y por el poder político que sumó Marulanda, la guerrilla fue adoptando tácticas no muy bien vistas a nivel nacional e internacional como los secuestros, la aplicación forzada de un “impuesto de guerra” en las zonas bajo su control por los rebeldes y finalmente sus tratos con el narcotráfico.

Con los muchos dólares que pagaba el narcotráfico por nave áerea que despegaba con droga de los territorios bajo control de las FARC, se financiaba en parte las actividades guerrilleras.

A medidos de la década de los años 80 varios líderes guerrilleros reconocieron el financiamieno del narcotráfico, bajo el argumento de que era necesario financiar las grandes estructuras integradas por miles de guerrilleros, que llegaron a la cifra de 20 mil hombres del llamado Ejército Popular (EP).

La paz se concretó luego de una larga y accidentada negociación en noviembre de 2016, hecho que marcó el inicio del proceso de paz con la entrega de armas y el paso de los miles de combatienetes a la vida civil, pero también marcó el aparente fin de la relacion entre la guerrilla y el narcotráfico.

La jefes firmante de la paz liderados por Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”,  se comprometieron a romper toda relación y suspender toda acción que los relacionara con los grupos de narcotrafiantes, tanto locales como internacionales.

Sin embargo, al parecer algunos de los altos mandos de las FARC continuaron lucrando y realizando operaciones ilegales con el narcotráfico tras la fecha de la desmovilización guerrillera.

Un ejemplo  fue el excomandante guerrillero Seuxis Paucias Hernández, alias “Jesús Santrich”, acusado en Estados Unidos de pretender enviar a ese país 10 toneladas de drogas.

La denuncia fue hecha por Marlon Marín, sobrino de quien ahora dirige a la disidencia alzada en armas, en otros tiempos el número dos de las FARC, Iván Márquez.

Marín se encuentre detenido en Estados Unidos y es ahora testigo protegido en la investigación por narcotrafico que Washington inició en 2017 tras la firma del acuerdo de paz.

Marín aseguró que Santrich, quien es pedido en extradición por el gobierno estadunidense, era su complice principal para el envio de las diez toneladas de droga hacia territorio norteamericano.

La Corte Suprema de Justicia de Colombia explicó en su momento que de acuerdo con las pruebas entregadas por Estados Unidos y la Fiscalía, los delitos imputados al exdirigente guerrillero fueron realizados entre finales de 2017 y principios de 2018, después de la firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las rebeldes FARC.

El exdirigente guerrillero es investigado por los delitos de concierto para delinquir agravado con fines de narcotráfico y tráfico, fabricación o porte de estupefacientes agravado, caso por el que fue detenido el 9 de abril de 2018, con una solicitud de extradición de Estados Unidos.

Sin embargo, Santrich, ya como senador por el partido político en que se transformó la exguerrilla en el marco del proceso de paz, fue  liberado en junio pasado y a los pocos días, luego de asumir su escaño, huyó con rumbo desconocido aunque las versiones señalaban que se encontraba en Venezuela arropado por el presidente Nicolás Maduro.

Este jueves reapareció ataviado con uniforme militar y portando un fusil de guerra en pose desafiante ya como miembro de la plana mayor de la anunciada nueva guerrilla que retoma el nombre de las FARC-EP.

Otra figura que aparece liderando la que se anuncia como la nueva guerrilla en Colombia es el excomandante Gener García Molina, alias Francisco Javier Builes, pero mejor conocido como John 40.

Este es nombrado como uno de los grandes capos de la droga colombiana, pues era el encargado de negociar con los narcos locales como jefe y representes de las FARC.

De sobre era conocido al interior de la guerrilla el tren de vida de John 40 en las selvas de Colombia, hasta donde se hacía llegar buenos vinos, mujeres, música y todo lo que un jefe narco puede desear.

También es público que las FARC recibían del narcotráfico unos 44 millones de dólares anuales como pago por dar seguridad a los laboratorios donde se procesa la droga, vigilar los corredores de trasiego y permitir los cultivos en las zonas controladas por la guerrilla.

En suma, se ha estimado que los “farianos” recibieron al menos unos dos mil millones de dólares de los cárteles de la droga.

Ante los miles de millones de dólares que mueve el nacotráfico, la guerrilla de las FARC en su momento cayó en la tentación y rompió el modelo de la mayoría de guerrillas latinoamericanas que para sus operaciones recibían ayuda militar y entrenamiento de la Cuba de Fidel Castro o de la Libia de Muamar Gadafi.

Tampoco debe olvidarse en la lista de financiadores a la Norcorea de Kim il Sung, fundador de la dinastía cuya tercera generación gobierna hoy en día al país asiático.

Todo hace suponer que la disidencia armada de las desaparecidas FARC están en la disyuntiva de reintegrarse al proceso de paz que con todos sus obstáculos y accidentes avanza para alcanzar la paz total en Colombia, o convertirse en un grupo más de los que se ligan al negocio del narcotráfico bajo la máscara de la lucha reivindicativa social

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