Su recuerdo constante algunas veces es un consuelo y otras es un martirio. Desde que se la llevaron cada día se pregunta: ¿tendrá hambre?, ¿tendrá sed?, ¿estará viva o muerta?
Su hija desapareció hace ocho años en Poza Rica, Veracruz; se la llevaron en un Jetta azul marino a una cuadra de su casa. Eso es lo único que sabe.
Ella tendría actualmente 28 años y para su madre, Olga Lidia Hernández, cada día es una nueva posibilidad para buscar su rastro, pero también es un día más sin ella bajo la incertidumbre.
La búsqueda la ha llevado a conocer a otros que como ella padecen el calvario de la desaparición que, como dicen, sólo es comparable con tener un hueco en el pecho, algo que no deja vivir.
Olga llegó hace 11 días a protestar afuera de la Secretaría de Gobernación como parte del colectivo Buscando Cuerpos, ellos y otros colectivos se turnan para permanecer en el campamento en Bucareli y la calle Abraham González, para exigir mejor atención de las autoridades.
“No tenemos ministerios públicos, no tenemos asesores jurídicos, un asesor es para 100 personas, no nos dedican tiempo, no van a los acompañamientos, no alcanza el personal para las víctimas”, asegura.
No pierde la esperanza de encontrarla viva, pero sabe que la otra posibilidad, la que no le gusta pronunciar es la más probable, por eso, ha dejado su registro de ADN en diversas fiscalías sin respuesta.
Olga es sólo una de las víctimas, su caso se suma a otros 40 mil en el país, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas; además, hay 26 mil cadáveres en instalaciones forenses.
El presidente de la República ha dicho que la desaparición de personas es la herencia más triste y dolorosa que recibió su gobierno, por ello, encabezó la reinstalación del Sistema Nacional de Búsqueda y prometió todos los recursos económicos necesarios para encontrar a la mayor parte de las víctimas, lo que para Olga no es suficiente, por lo que seguirá buscando.