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Francisco critica a quienes se sirven del conflicto para crear división

Han pasado 25 años, pero parecen muchos más, cuentan los lituanos. La última vez que un papa les visitaba fue en 1993, cuando Juan Pablo II les intentó llevar un mensaje de esperanza tras el fin de la ocupación soviética. Hoy Lituania forma parte de la UE y de la OTAN, y aunque la amenaza rusa está presente en muchas de las conversaciones, el papa Francisco se ha encontrado con un país muy cambiado que puso como ejemplo de convivencia.

“Mirando el escenario mundial en nuestros tiempos, cada vez más y más voces siembran división enfrentamiento, instrumentalizando la inseguridad o las situaciones de conflicto, y proclamando que la única manera posible de garantizar la seguridad y la existencia de una cultura es intentar eliminarla o expulsar a los demás. Aquí vosotros lituanos podéis contribuir a dar la bienvenida a las diferencias”, dijo el Pontífice en su primer discurso del viaje, después de reunirse con la presidenta Dalia Grybauskaite. “Vosotros habéis sufrido en vuestras carnes los esfuerzos para imponer un modelo único que anulase lo diferente con la pretensión de creer que los privilegios de algunos pocos están por encima de la dignidad de los otros o del bien común”, añadió. Lituania ha vivido 50 años de invasión soviética, pero también la ocupación nazi.

La emigración juvenil, el alcoholismo o la alta tasa de suicidios son grandes problemas del país báltico

Miles de personas desafiaron al mal tiempo para acercarse a escuchar a un papa que aquí es muy popular. Casi el 80% de los 3,2 millones de lituanos son católicos, unas cifras que contrastan con las de los países vecinos que el Papa visitará el lunes y el martes. En Letonia, sólo el 20% son católicos, y en Estonia son apenas 6.000.

“Creo que es una ocasión muy importante para Lituania. Los jóvenes empezamos a regresar porque se están abriendo empresas”, explica Indre Zebranokaite, de 24 años. “Es importante que haya venido porque nos da sensación de seguridad. Seguimos percibiendo a Rusia como un agresor”, añade.

Los países bálticos han insistido en que querían otra visita papal. Lituania, en concreto, alegaba que necesitaba un voto de confianza ante los problemas que vive este país. “En Europa occidental se vota con seriedad. Allí todavía no hay una conciencia social para ello”, cuenta un sacerdote lituano en la Santa Sede. Aunque el país ha avanzado notablemente, todavía le persiguen muchos problemas, como la emigración juvenil –una de cada cuatro personas ha escapado en busca de un futuro mejor en los últimos 25 años–, las altas tasas de alcoholismo fruto de la herencia soviética o el suicidio, uno de los grandes dramas de este país. “Falta coraje. Necesitamos que el Papa apoye a los jóvenes”, pide el sacerdote.

El Papa pronunció el mensaje dedicado a las nuevas generaciones frente a la catedral de San Estanislao y Ladislao, construida en el siglo XVIII. Fue cerrada durante la ocupación soviética y transformada en una galería de arte. Hoy todavía conserva los restos de San Casimiro, patrón de Lituania. Francisco congregó a miles de personas ante ella. “Tantas veces este templo fue devorado por las llamas, se derrumbó y, sin embargo, siempre hubo quienes decidieron volver a levantarlo, no se dejaron vencer por las dificultades, no bajaron los brazos”, les puso como ejemplo.

El optimismo del Papa fue abrazado por algunos.“Los cambios son tremendos. Seguimos teniendo problemas pero con libertad. Esperemos que los jóvenes vuelvan. Mi hijo lo ha hecho”, asegura Vidas Vasrysm. Otros lo ven más crudo. “Yo creo que la visita del Papa no va a cambiar nada. Los jóvenes se van porque quieren educación”, rebate Vygintas Milinna, de 26 años.

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